¿Cómo está relacionado el sistema de producción de alimentos con el cambio climático?
La alimentación es un derecho humano, reconocido por la ONU entre los derechos sociales y económicos y que, en teoría, todos los estados deben garantizar a sus ciudadanos. Esas necesidades no sólo no se acaban de satisfacer, sino que muestran una enorme contradicción: el 73 % de las personas que pasan hambre –unas mil millones de personas- viven en el medio rural y son de alguna manera productores de alimentos: trabajadores sin tierra, jornaleros, pastores nómadas…
Se ha implantado un modelo de producción de alimentos excluyente, donde hay una elevada concentración de tierras en pocas manos, donde el agua es un recurso necesario con el que muchos no cuentan, donde el acceso a semillas biodiversas es escaso… Es un modelo que busca una máxima eficiencia productiva independientemente de las consecuencias que eso conlleve.
Y aún así, pese a los niveles de hambre, entre el 30 y el 40% de los alimentos se tiran. Estamos en un sistema que busca la máxima eficiencia, pero con una visión muy mercantilizada. El problema del hambre no es producir más alimentos, sino mejorar el acceso a ellos.
Todo esto tiene consecuencias muy complicadas para el medio ambiente, incluyendo la contaminación y el agotamiento de suelos, o la deforestación. La producción agraria puede suponer el 18% de los gases de efecto invernadero. Y la deforestación ligada al cambio en el uso del suelo, por la producción de alimentos, otro 14%. Al final, teniendo en cuenta cuánto viajan los alimentos, pasando por su envasado o su refrigeración, puede llegar a suponer hasta el 50% de los gases de efecto invernadero.
Foto de UNPhoto / Mark Garten