El frío no perdona a las ventanas de la terraza. Entre raíles, junquillos y marcos, se cuelan pequeñas corrientes que agotan la calefacción y el ánimo. Un constructor nos muestra, con manos curtidas, dónde está la fuga y cómo sellarla sin obras ni drama. Energía que no se pierde, dinero que se queda en casa.
Es sábado por la mañana y el vapor del café dibuja una nubecita junto al cristal. Por la rendija del cierre corre un hilo de aire que eriza la piel a la altura de los tobillos. “¿Lo notas?”, pregunta Javier, constructor desde hace veinte inviernos, pegando un trocito de papel al marco. Se despega como si alguien tirara de él desde la calle.Hace un silencio raro entre dos casas. El viento se cuela en lo doméstico y nos arruga el gesto.El frío llega en silencio y por donde menos lo esperas.Javier abre la caja de herramientas y saca tres cosas simples: alcohol, un cartucho y una cinta. Y su mirada dice algo que todavía no.
La fuga invisible que el ojo entrenado sí ve
Javier pasea la mano abierta por el contorno de la carpintería como quien lee Braille. Cada esquina cuenta una historia: gomas resecas, perfiles que han cedido medio milímetro, raíles con polvo de años. En las correderas, el cepillo está vencido y deja pasar el aire como un túnel pequeño. Nada espectacular, todo sutil, lo justo para robar grados sin hacer ruido.
Una vecina del cuarto, en Burgos, llamó porque la factura subía y en el salón había una corriente “fantasma”. No era la pared, era el encuentro del fijo con el deslizante. Ahí faltaba goma y la junta antigua se había quedado dura como una galleta. Reemplazaron el cepillo y pusieron un burlete en el montante. Resultado: 1,5 ºC más estables y la caldera encendiendo menos veces por hora. Son cifras pequeñas que, a fin de mes, ya no son tan pequeñas.
La lógica es cruel y simple: el aire caliente escapa por cualquier hueco, por mínimo que sea, y el frío ocupa su lugar. Una ventana de terraza suma puntos débiles: el carril, la guía superior, el cruce central, los encuentros con pared y el vierteaguas. Si uno falla, el conjunto pierde. Si fallan dos, la calefacción trabaja doble. Ahí entra el oficio: ver el sistema, no solo el agujero, y actuar en capas que colaboran entre sí.
Cómo sellar bien: método del constructor
Primero, el diagnóstico con cosas de estar por casa. Una vela, un mechero apagado o una barrita de incienso dibujan el movimiento del aire. Se pasa lentamente por todo el perímetro con la ventana cerrada. Cuando la llama baila o el humo se inclina, ahí hay fuga. Después, limpieza: trapo y alcohol isopropílico en los marcos; en el carril, aspiradora y un cepillo de dientes. Nada pega si la superficie está sucia o húmeda. Y sí, conviene esperar a que el aluminio esté por encima de 5 °C para aplicar sellador.
La técnica de “tres capas” de Javier no falla: relleno, sellado y apoyo. Para huecos de más de 3-4 mm, una cuerda de espuma de celda cerrada como fondo; sella con un **sellador neutro** elástico (MS polímero o silicona neutra de baja modulación) para absorber dilataciones; y, en el encuentro con la hoja corredera, un **burlete en V** en el marco fijo. En correderas con cepillos gastados, se reemplaza el cepillo por uno de densidad alta y se añade una pequeña pestaña de goma en el cruce central. Para invierno rápido, la lámina termo-retráctil interior suma aislamiento temporal.
Errores que ve cada año: poner acrílico de interior en exterior y que se pele a la semana, tapar sin querer los desagües del raíl, cortar el burlete a ras de la esquina (siempre hay que solapar un centímetro), usar cinta fina en un hueco grande y que dure dos días. Seamos honestos: nadie engrasa los rodamientos de la corredera todos los meses. Aun así, un poco de mantenimiento al cambiar de estación evita chirridos, atascos y esa sensación de “entra frío por todas partes” cuando solo son dos puntos concretos.
“Sellar no es embadurnar; es dejar respirar lo justo y cerrar lo que roba calor”, dice Javier mirando la junta recién puesta.
La ventana perfecta no existe. La ventana bien ajustada, sí. Y suele costar menos de lo que imaginas.
Guárdate esta mini-guía rápida:
- Limpia y seca antes de pegar o sellar, sin excusas.
- Rellena huecos grandes con fondo de junta, no solo con masilla.
- Respeta los desagües del carril. No los tapes jamás.
- Elige burletes por tamaño y tipo de apertura, no “a ojo”.
- Remata con cinta de carrocero para un cordón limpio y recto.
Invierno sin corrientes: decisiones pequeñas que suman
Hay algo bonito en este trabajo: cada milímetro cuenta. Cambias una junta, ajustas un cierre, añades una cinta y el salón recupera su silencio térmico. On a tous déjà vécu ce moment où, a las seis de la tarde, bajas la persiana un poco y sientes la casa abrazarte. La idea es esa, pero sin vivir a oscuras. Cortinas térmicas, alféizares sin objetos que corten el cierre, umbrales limpios y, si toca, una revisión de los felpudos del raíl. Pequeños gestos que, juntos, hacen invierno amable.
| Punto clave | Detalle | Interés para el lector | 
|---|---|---|
| Diagnóstico casero | Incienso o papel para detectar corrientes | Identifica fugas sin herramientas caras | 
| Capa elástica | Sellador neutro de baja modulación | Evita fisuras y dura varias temporadas | 
| Burletes correctos | V en marcos, cepillos densos en correderas | Mejora el cierre sin cambiar la ventana | 
FAQ :
- ¿Qué sellador uso si la ventana es de aluminio?Uno neutro (MS polímero o silicona neutra). Adhiere bien y no ataca el metal ni las gomas.
- ¿Puedo sellar con frío o lluvia?Mejor en seco y con el perfil por encima de 5 °C. Si no, el curado se alarga y la adhesión sufre.
- ¿Cómo sé qué burlete necesito?Mide la holgura con una galga o una tarjeta y elige la sección que sobresalga 30-50% respecto al hueco.
- ¿La lámina termo-retráctil vale para terrazas?Funciona muy bien en el lado interior como refuerzo temporal y se retira en primavera sin dejar marca.
- ¿Cada cuánto reviso las juntas?Una vez al año. Busca gomas rígidas, cepillos aplastados y cordones cuarteados y cámbialos si toca.



