Llega el frío y el bolsillo tiembla. Lo que marcas en el termostato decide tu confort, tu salud y cuánto pagarás.
La temperatura de tu hogar no es un simple número. Marca la diferencia entre bienestar, riesgos respiratorios y una **factura** disparada. ¿Dónde está el punto justo para proteger la **salud** sin malgastar **calefacción**?
Cuándo el frío en casa se vuelve un riesgo
Vivir con la casa demasiado fría no solo incomoda: agrava la congestión, favorece la **vasoconstricción** y estresa el sistema cardiovascular. La **OMS** considera que una vivienda segura para adultos sanos puede mantenerse desde los **18 °C**. Por debajo, aumentan las infecciones respiratorias y las crisis asmáticas.
Para personas vulnerables —niños, mayores o pacientes con patologías crónicas— el umbral cambia. Ellos necesitan ambientes más cálidos durante el día, en torno a 22–24 °C, y nunca menos de **18 °C** por la noche. El objetivo es evitar picos de frío sostenido que comprometan la **salud respiratoria** y la circulación.
Por debajo de **18 °C**, los riesgos respiratorios y cardiovasculares se disparan, sobre todo en mayores y niños.
El punto dulce para no malgastar calefacción
Si buscas equilibrio entre confort y gasto, la guía del **IDAE** sitúa el rango diurno ideal entre **21 °C y 23 °C**. Por la noche, en viviendas bien aisladas, bajar a **15–17 °C** reduce el **consumo energético** sin perder sensación térmica, porque el cuerpo descansa mejor con algo menos de calor.
Pasarte de **23 °C** sale caro: reseca el ambiente, empeora la calidad del aire interior y puede irritar piel y vías respiratorias. Además, **cada grado adicional** frente al ajuste razonable implica entre un 5% y un 10% más de consumo.
Cada grado que subes el termostato puede elevar tu **consumo energético** entre un 5% y un 10%.
Cómo ajustarlo habitación por habitación
- Salón: 21–22 °C cuando haya gente. Si está vacío, baja a 18–19 °C.
- Dormitorio: 17–19 °C para adultos; en bebés, mayores o enfermos, mantén 19–21 °C y nunca por debajo de 18 °C.
- Baño: sube 1–2 grados de forma puntual con un calefactor de acción rápida mientras te duchas; apágalo al terminar.
- Cocina: los fuegos calientan; suele bastar con 18–19 °C y buena ventilación.
- Pasillos y recibidor: 17–18 °C, priorizando puertas cerradas y control de corrientes.
Guía rápida de temperaturas recomendadas
| Espacio o perfil | Día (actividad) | Noche (descanso) | Notas |
|---|---|---|---|
| Adultos sanos | 21–23 °C | 15–17 °C | Baja si la casa mantiene bien el calor. |
| Niños, mayores, crónicos | 22–24 °C | ≥ 18 °C | Evita cambios bruscos y corrientes. |
| Dormitorios | 18–20 °C | 17–19 °C | Mejor sueño con algo menos de calor. |
| Baño | 22–24 °C (puntual) | 18–20 °C | Uso puntual de apoyo rápido. |
| Cocina | 18–19 °C | — | Los fogones elevan la sensación térmica. |
Tecnología y hábitos que marcan la diferencia
Instalar un **termostato programable** ayuda a ajustar el calor a tu rutina: sube poco antes de llegar a casa y baja al salir o al dormir. Si puedes, apuesta por **calefacción por zonas** o por **válvulas termostáticas** en radiadores para personalizar cada estancia.
La ubicación del control importa. Coloca el termostato en una zona central y vivida —como el salón—, lejos de corrientes, radiadores o luz directa. Define franjas: por la mañana, un impulso; al mediodía, mantenimiento; por la noche, bajada controlada.
- Aislamiento: burletes en puertas, sellado de ventanas y cortinas gruesas evitan pérdidas.
- Mantenimiento: purga los radiadores, limpia filtros y revisa la caldera antes del pico invernal.
- Humedad: mantener un 40–60% mejora la sensación térmica y reduce la sequedad.
- Ventilación breve: 10 minutos diarios son suficientes para renovar el aire sin enfriar paredes.
- Seguridad: detectores de CO si usas aparatos de combustión y revisiones periódicas.
La calefacción que menos gasta es la que no necesita compensar fugas de calor ni excesos de temperatura.
Cuánto puedes ahorrar si bajas un grado
Imagina una vivienda que paga 120 € al mes en pleno invierno manteniendo 22 °C. Reducir a **21 °C** puede recortar entre un 5% y un 10% el gasto: entre 6 € y 12 € menos cada mes. En cuatro meses fríos, estarías ahorrando 24–48 €, solo por un ajuste de **1 grado**. Si combinas esa medida con buen aislamiento y horarios, el impacto crece.
Ojo con los saltos bruscos: subir y bajar en grandes intervalos puede forzar los equipos. Más eficiente es mantener un rango estable y razonable, y usar incrementos puntuales en las estancias donde de verdad los necesitas.
Cuándo sí conviene subir unos grados
Hay situaciones en las que un extra de calor está justificado. Si convives con bebés, personas mayores o alguien con enfermedad respiratoria, ajusta la **temperatura** a su confort térmico. Tras una ducha, calienta el baño puntualmente. Durante una ola de frío, prioriza el salón y los dormitorios para evitar que la casa caiga por debajo de los **18 °C**.
Señales de que te estás pasando de grados
- Aire demasiado seco: garganta irritada, piel tirante y estática en la ropa.
- Somnolencia y malestar: calor excesivo reduce la concentración y empeora el sueño.
- Ambiente viciado: si huele a encerrado pese a ventilar, quizá hay exceso de calor y poca renovación.
- Picos en la factura: subidas repentinas coinciden con periodos a **23 °C** o más.
Consejos extra para clavar el ajuste este invierno
Piensa por usos: calienta donde vives, no toda la casa. Cierra puertas, coloca alfombras en suelos fríos y despeja los radiadores de muebles o ropa. Si usas bomba de calor, activa el modo **eco** y el ventilador en velocidad baja para distribuir el aire sin ruidos ni corrientes. Con caldera, una curva de calefacción bien ajustada evita que el agua circule innecesariamente caliente.
Una última referencia útil: si al entrar en casa con ropa de calle no sientes ni frío ni bochorno, probablemente estás cerca del rango óptimo. Mantente dentro de 21–23 °C de día y no bajes de 18 °C para los más sensibles. Tu **bolsillo** y tu **salud** lo notarán.


