Walter Riso, psicólogo: “Cuando una persona te trata mal y te ignora, tienes que apartarte de ella, pero sin salir por la puerta. La distancia no tiene que ser física, sino emocional”

Walter Riso, psicólogo: “Cuando una persona te trata mal y te ignora, tienes que apartarte de ella, pero sin salir por la puerta. La distancia no tiene que ser física, sino emocional”

Cuando alguien alterna el hielo con la calidez y te deja hablando con la pared, el cuerpo se encoje antes que la voz. Te preguntas si exageras, si eres tú quien aprieta demasiado el hilo. Walter Riso propone un gesto simple y valiente: no salir por la puerta, pero correrse por dentro, como quien recoloca una silla para que no le dé la corriente.

La noche en el bar de la esquina olía a limón y a lluvia vieja. Marta miraba el móvil con esa mezcla de esperanza cansada y rabia controlada: él llevaba tres días respondiendo con monosílabos, como si cada palabra costara dinero. Pedimos otra ronda de agua con gas y ella dijo que ya no quería pelear, que lo que quería era dejar de temblar cuando sonaba el teléfono. Yo vi en su cara algo parecido a una renuncia serena, un clic hacia adentro, como cuando uno se quita un anillo que ya no le queda. Apagó la pantalla y se guardó el silencio en el bolsillo. Fue un ruido chiquito, pero cambió la escena. Un gesto mínimo que pesaba mucho.

Distancia emocional: el movimiento que no se ve

Riso lo formula con claridad quirúrgica: la distancia no siempre se toma con los pies. Se toma con la atención, con el permiso que damos y retiramos. La dignidad también se protege en silencio. Cuando alguien te trata mal y te ignora, no se trata de desaparecer, sino de mover la frontera de lo que permites dentro de ti. Es un giro invisible, como bajar el volumen a una radio que sigue encendida en la otra habitación.

Todos hemos vivido ese momento en que miras la pantalla esperando un “hola” que no llega. A Paula le pasaba con su jefe: mensajes a medianoche, luego días sin respuesta y un “urgente” a las 7:41. Dejó de abrir el correo antes de las 9 y cambió las notificaciones por un resumen a mediodía. No renunció al trabajo, pero dejó de alimentar la rueda. Curioso: el “urgente” empezó a llegar a las 10. La realidad suele reacomodarse cuando uno acomoda su lugar.

La distancia emocional no es castigo ni frialdad. Es cortar la gasolina a una dinámica que te deja sin aire. Si respondes de inmediato al que te ignora, refuerzas una ecuación injusta: yo corro, tú caminas. Si esperas, si pones horarios, si devuelves con cortesía y no con ansiedad, el circuito se modifica. No hace falta exponer un discurso épico. Basta con un par de decisiones pequeñas y sostenibles. Ahí aparece la brújula.

Tomar distancia sin cerrar la puerta

Prueba esta secuencia: pausa, nombre, límite. Primero, 90 segundos de respiración cuando llegue el pinchazo. Luego, nombra el hecho sin juicio: “Últimamente me respondes tarde y corto”. Y por último, traza el límite concreto: “A partir de hoy hablaré cuando podamos hacerlo con presencia; para lo operativo, correo”. No tienes que irte de la sala para recuperar tu eje. Aplica también en familia: mínimo contacto amable, temas neutros, y tu energía fuera del ring.

Errores que nos descarrilan: explicar de más, justificar cada decisión y pedir confirmaciones continuas. El otro se acostumbra a que le traduzcas tu mapa. No hace falta. Un límite claro no es un juicio, es una frontera. Seamos honestos: nadie hace eso todos los días. Habrá días de flaqueza, recaídas, mensajes largos. Vuelve al plan corto. Come menos conversación y más calma. El músculo de la distancia se entrena.

La frase guía de Riso cabe en un bolsillo y sirve como piedra de toque cuando te tiembla la voluntad.

“Cuando una persona te trata mal y te ignora, tienes que apartarte de ella, pero sin salir por la puerta. La distancia no tiene que ser física, sino emocional”. — Walter Riso

  • Define tu “mínimo amable”: saludo, asunto, cierre. Sin adornos.
  • Horarios de contacto: dos ventanas al día y ya.
  • Respuestas espejo: cortas, respetuosas, sin ironías.
  • Cancela el rastreo: no revises estados, no midas visualizaciones.
  • Plan B de reparación: si te enganchas, pausa de 24 horas y retomas.

Cuando eliges tu paz cambian las reglas

Hay algo liberador en seguir ahí, pero menos. No abandonas tus afectos ni quemas puentes; cuidas la madera para que no se astille. Alejarse por dentro no es venganza, es higiene emocional. El otro puede seguir en su vaivén, tú eliges el compás de tu respiración. En ese espacio, ocurren cosas pequeñas y hermosas: duermes mejor, vuelves a escuchar tu risa, te sorprende un café que sabe por fin a café.

Tomar distancia emocional es también escuchar lo que no pasa. Menos disculpas que no cambian nada. Menos promesas de “ahora sí”. Más hechos. Si un vínculo madura, lo verás en acciones con fecha y detalle. Si no, convivirás con menos ruido y más piel propia. No es una salida heroica. Es un ajuste fino del alma cotidiana. Ahí cabe la ternura y la firmeza, juntas.

Y hay un último giro: cuando colocas tu límite sin gritar, te vuelves más legible incluso para ti. Empiezas a notar dónde cedes por miedo y dónde cedes por amor. No hace falta huir de todos los problemas. Hace falta quedarte en una casa donde también quepas tú. Aunque parezca simple, es un aprendizaje de años. Y vale cada minuto.

Punto clave Detalle Interes para el lector
Distancia emocional Retirar atención y disponibilidad sin romper el vínculo Permite proteger la dignidad sin dramas ni desapariciones
Límites concretos Ventanas horarias, “mínimo amable”, guiones cortos Herramientas prácticas para aplicar hoy mismo
Errores comunes Explicar de más, pedir confirmación, espiar redes Evitar recaídas que reactivan el ciclo de maltrato/ignoro

FAQ :

  • ¿Tomar distancia emocional no es ser frío?No. La frialdad desconecta del todo; la distancia emocional regula el contacto para cuidar tu paz. Es una forma de respeto hacia ti y hacia el vínculo.
  • ¿Y si la otra persona cambia cuando me alejo?Observa acciones sostenidas, no promesas. Ajusta la distancia si hay coherencia con el tiempo, no con un gesto único.
  • ¿Cómo poner límites sin discutir?Usa frases cortas en primera persona: “Ahora responderé en horario laboral”. Repite el límite si te desvían. No entres a justificar.
  • ¿Esto aplica también en familia o trabajo?Sí. Cambia el tono y el canal, no el principio. Coordina lo necesario, reduce lo emocional donde te hieren, y mantén cortesía.
  • ¿Qué hago si vuelvo a engancharme?Pausa de 24 horas, sin mensajes ni revisiones. Relee tu límite escrito y retoma el plan. Un tropiezo no borra el camino.

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