Ana María Lajusticia, bioquímica: “La mayoría de las personas mayores no necesitan vitaminas, sino magnesio y descanso”

Ana María Lajusticia, bioquímica: “La mayoría de las personas mayores no necesitan vitaminas, sino magnesio y descanso”

La biocuímica Ana María Lajusticia lo repite con una claridad que corta ruido: “La mayoría de las personas mayores no necesitan vitaminas, sino magnesio y descanso”. La frase pica, porque apunta a una rutina muy extendida: pastillero repleto, despensa llena de multivitamínicos, poco sueño y mucho cansancio. ¿Y si estamos mirando al lado equivocado de la balanza? La duda se cuela en la cocina, frente al vaso de agua del desayuno.

La abuela de 78 años se sienta en la mesa, abre el pastillero y lo alinea como si fueran soldados. Una multivitamina brillante, un comprimido de calcio, algo para “la energía”. Son las ocho y media de la mañana y ya está cansada. Enciende la radio, suena el nombre de Ana María Lajusticia, y alguien dice: magnesio y descanso. Hace silencio un segundo. Después pregunta al aire: “¿Y si lo que me falta no son colores, sino calma?”. Algo cambia en su mirada. Una pista que incomoda.

La frase que remueve la rutina

La idea central es casi de sentido común, pero no lo parece en un mundo de suplementos de arcoíris. Lajusticia habla del magnesio como una pieza que sostiene funciones claves: músculo, nervio, equilibrio electrolítico. Y reivindica el descanso como terapia olvidada. Es un bofetón suave a la cultura del “más es mejor”. Porque suma por otro lado: quitar ruido, recuperar sueño, reforzar hábitos que no caben en una cápsula. Menos brillante, más eficaz. El cuerpo suele agradecer lo simple.

Lo vemos en historias pequeñas. Tomás, 72 años, llevaba meses con calambres nocturnos y un cansancio terco. Había probado tres multivitamínicos distintos, todos caros, ninguno rotundo. Su médica de familia, prudente, le propuso revisar magnesio en la dieta, ajustar la cena y apagar pantallas una hora antes de dormir. Dos semanas después, los calambres bajaron y el ánimo subió un peldaño. No fue magia, fue método. Todos hemos vivido ese momento en el que algo básico, bien hecho, cambia el día.

Hay lógica detrás. El magnesio participa en cientos de reacciones enzimáticas. Si la dieta es pobre en verduras, legumbres y frutos secos, el déficit asoma y se expresa con nervios tensos, sueño liviano, contracciones musculares. El descanso, por su parte, ordena hormonas, memoria y reparación. Si falta, el cuerpo pasa la factura en forma de fatiga que no se arregla con colorantes. *Dormir no es perder el tiempo; es repararlo*. La ecuación se entiende mejor así: menos aditivos, más bases sólidas.

Cómo se aterriza en la vida diaria

Una rutina concreta funciona mejor que un catálogo de buenas intenciones. Lajusticia suele insistir en un gesto sencillo: añadir fuentes de magnesio reales al plato. Un puñado de almendras o pistachos, espinacas salteadas, garbanzos en crema, cacao puro sin azúcar. Y revisar el agua dura, que a veces suma. Para el descanso, un ritual breve: luz cálida por la noche, cena ligera, respiración lenta cinco minutos. Se construye como un pequeño puente cada día. La constancia hace el resto.

Seamos honestos: nadie hace eso todos los días. Hay cenas tardías, notificaciones que ganan, sobremesas eternas. Lo útil es saber volver sin culpa. Si una semana caes en el café tarde y te despiertas cansado, al siguiente reordenas tres piezas: adelantar la última comida, caminar veinte minutos, apagar la pantalla media hora antes. No hay medallas, hay ritmo. Y si tras varias semanas persisten calambres o fatiga intensa, toca pedir cita y descartar otras causas. Fue esfuerzo, no fracaso.

La duda habitual es por dónde empezar cuando todo está revuelto. Lajusticia diría: por lo que más resta. ¿Cenas muy tardías? ¿Azúcar por la noche? ¿Casi nada verde en el plato? Elegir un frente, solo uno, y sostenerlo quince días. Ahí aparece el primer cambio.

“No es tanto añadir pastillas como quitar ruido, comer mejor y dormir con intención”, resume la bioquímica, con su cadencia de taller y no de púlpito.

  • Fuentes de magnesio: verduras de hoja, legumbres, frutos secos, cacao puro.
  • Ritual de sueño: luz cálida, respiración lenta, horarios estables.
  • Señales de alarma: calambres persistentes, arritmias, debilidad marcada.

Qué hay detrás del “magnesio y descanso”

Hay también una crítica velada a la cultura del suplemento como amuleto. Las personas mayores, con pautas de medicación complejas, corren el riesgo de apilar comprimidos que no conversan entre sí. Lajusticia despunta otra mirada: evaluar alimentos, revisar niveles cuando haga falta, y tocar el sueño con respeto. No es romanticismo, es fisiología. El músculo responde mejor cuando hay magnesio en la mesa y silencio en la noche. La cabeza también. Y sí, a veces un multivitamínico cabe. Pero no como salvavidas universal. Como herramienta en su lugar.

Punto clave Detalle Interes para el lector
Magnesio como base Participa en la función muscular y nerviosa Puede explicar calambres, nervios tensos, cansancio
Descanso con método Ritual corto, luz cálida, horarios estables Mejora energía sin necesidad de más pastillas
Menos es más Priorizar alimentos reales y revisar hábitos Ahorra dinero y reduce frustración

FAQ :

  • ¿Todos los mayores deberían tomar magnesio?No. Primero conviene revisar la dieta y hablar con un profesional si hay síntomas claros. El foco es cubrirlo con alimentos y solo suplementar si se justifica.
  • ¿En qué alimentos hay más magnesio?Verduras de hoja verde, legumbres, frutos secos, semillas y cacao puro. También algunas aguas minerales aportan cantidades apreciables.
  • ¿Cómo mejora el sueño siguiendo esta idea?Con horarios regulares, menos luz azul por la noche y cenas ligeras. Un ritual breve baja la activación y favorece un sueño más profundo.
  • ¿Y las vitaminas del complejo B o la D?Tienen su papel, claro. Si hay déficit documentado, se corrige. La propuesta es no tomarlas “por si acaso” sin evaluar necesidades reales.
  • ¿Hay contraindicaciones del magnesio?Personas con enfermedad renal o en ciertos tratamientos deben ser prudentes. Si hay diarreas, ajustar dosis o cambiar forma. Ante dudas, consulta médica.

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