Una costumbre doméstica está cambiando sin ruido y afecta a cómo las familias se hablan, se reconocen y se sienten.
En salones, parques y videollamadas, los nietos están rebautizando a sus abuelos. El giro no es capricho. Nace de la mezcla de lenguas, de la movilidad y de la vida digital. Y está dejando atrás los clásicos “yayo” o “abuelita” en favor de fórmulas breves, musicales y globales.
Un cambio que nace en casa y viaja por las pantallas
La convivencia de generaciones en una España más diversa impulsa nuevas formas de afecto. En hogares con raíces italianas, alemanas, portuguesas o brasileñas, los niños oyen varios idiomas desde la cuna. Copian lo que escuchan y lo adaptan. Al mismo tiempo, series, dibujos y vídeos de redes les exponen a otras maneras de nombrar a quienes cuidan de ellos.
Los especialistas en infancia apuntan a un patrón claro: cuanto más fácil de pronunciar y más corto es el apodo, antes lo incorporan los pequeños. De ahí el tirón de “nono”, “nona”, “opa”, “oma”, “nana” o “bueli”. Son palabras suaves, con sílabas repetidas y vocales abiertas, que encajan con la etapa de adquisición del habla.
La mezcla de idiomas, los viajes y el consumo digital están acelerando la renovación del léxico familiar con el que los nietos nombran a sus abuelos en España.
Los apodos que se imponen en España
Muchos términos llegan de otras lenguas y se vuelven cotidianos en patios de colegio y guarderías. Otros nacen en casa como diminutivos espontáneos. Este es el mapa más repetido en conversaciones con familias y educadores:
| Apodo | Origen | Dónde se oye | Matiz afectivo |
|---|---|---|---|
| nono / nona | Italiano | Familias italo-españolas y barrios cosmopolitas | Cercano y mediterráneo |
| opa / oma | Alemán | Zonas con residentes alemanes y zonas turísticas | Breve y cariñoso |
| avô / avó | Portugués | Áreas limítrofes y familias luso-españolas | Tradicional y musical |
| vovô / vovó | Portugués de Brasil | Comunidades brasileñas y círculos escolares | Dulce y juguetón |
| tata | Cono Sur | Abuela, sobre todo; se oye en entornos urbanos | Maternal y protector |
| nana | Espontáneo | Hogares donde prima la sonoridad | Suave y fácil de decir |
| bueli | Diminutivo de abuelo/abuela | Muy extendido entre niños pequeños | Tierno y lúdico |
Lo que se oye en escuelas infantiles y parques
Educadores de primer ciclo y monitores de actividades extraescolares reportan el mismo fenómeno: conviven los clásicos “yayo” y “yaya” con “oma”, “nona” o “bueli”. En un mismo grupo, cada niño trae su palabra de casa y la comparte con naturalidad. Eso produce contagio lingüístico y multiplica la diversidad de apodos.
Esta normalización también llega por el turismo de larga estancia y por la migración laboral. Familias con abuelos que pasan temporadas en España adoptan el apodo de origen y lo mantienen durante el curso escolar, ya sea en una videollamada o en la recogida a la salida del cole.
Lo que hay detrás de un nombre
Cambiar de apodo no es solo moda. Refuerza la identidad de la familia y valida la historia de quienes la forman. Hay abuelos jóvenes que prefieren evitar palabras que perciben como envejecedoras y expresan esa decisión con etiquetas frescas. En otras casas, el apodo honra la lengua de la abuela o del abuelo que emigró, y funciona como puente cultural para los nietos.
No existe un nombre “correcto”. Lo valioso es que los nietos asocien el apodo con afecto, seguridad y tiempo compartido.
Cómo acordar el apodo en familia
Elegir una forma de llamar a los abuelos puede resolverse con una conversación sencilla. Estas pautas ayudan a evitar confusiones y a respetar sensibilidades:
- Preguntar a cada abuelo qué prefiere y por qué. La elección también habla de su identidad.
- Priorizar términos cortos y claros para la etapa de adquisición del habla.
- Si hay varios nietos, consensuar una forma común para evitar malentendidos.
- Respetar la lengua familiar de origen cuando esa conexión cultural sea importante.
- Evitar apodos que puedan sonar despectivos en otros idiomas del entorno.
Ideas prácticas para hogares multilingües
Cuando un abuelo habla alemán y otro castellano, algunos hogares asignan “oma” y “abu” para distinguir sin jerarquías. También funciona presentar a cada persona con su apodo desde el principio y reforzarlo en objetos cotidianos: tazas, fotos imantadas en la nevera o notas en un álbum familiar. Los niños fijan la palabra con el uso, el juego y la repetición.
Apodos viejos, apodos nuevos: una convivencia real
“Yayo” y “yaya” no desaparecen. Siguen muy presentes en muchas zonas y conviven con las nuevas fórmulas. La riqueza viene de esa mezcla. Que un niño diga “nona” a una mujer que siempre fue “yaya” en su barrio ya no sorprende. El contexto cuenta, el vínculo manda y el lenguaje se adapta.
También crece una tendencia silenciosa: abuelos que prefieren el nombre de pila, sobre todo cuando ayudan a diario en cuidados, cole y actividades. Esa opción, más horizontal, se apoya en la cercanía y en el papel activo que muchos mayores tienen en la crianza contemporánea.
Claves útiles para tu día a día
Si el apodo cambia con el tiempo, conviene anticipar la transición. Puedes explicarlo en clase al tutor, para que registre a “Oma Carmen” o “Bueli Paco” en las listas de personas autorizadas a recoger al niño. También ayuda incluir el apodo en los dibujos que viajan a casa de los abuelos y en los audios de mensajería, donde la pronunciación se consolida rápido.
Una actividad sencilla consiste en crear un mural familiar con fotos y los apodos elegidos. Cada visita, el niño señala y repite. Si hay dos apodos por ramo familiar, se distinguen por color. Esa práctica reduce confusiones, facilita el aprendizaje de la lengua y fortalece la memoria afectiva.
¿Qué ganan abuelos y nietos con esta tendencia?
Los abuelos se sienten nombrados desde un lugar que reconocen, ya sea su idioma de origen o una versión cariñosa con la que se identifican. Los nietos desarrollan conciencia cultural y flexibilidad lingüística desde muy pequeños. En ambos lados, el apodo se convierte en un símbolo de pertenencia que acompaña fotos, celebraciones y rutinas cotidianas.
La conclusión práctica es clara: si en tu casa asoman “nono”, “oma” o “bueli”, no es una rareza. Es el reflejo de un país plural y de familias que buscan palabras cálidas para nombrar a quienes más quieren. Y esa elección, pequeña y cotidiana, deja huella en cómo nos miramos y nos cuidamos.



¡Qué interesante ver cómo “oma” y “nona” se cuelan en el patio del cole! En casa empezamos con yaya pero ahora mi hija dice “bueli” y es precioso.