Una pieza colosal ha obligado a revisar técnicas, tiempos y expectativas en los invernaderos rusos y más allá de sus fronteras.
En Moscú, un agricultor convirtió un experimento en un hecho que ya recorre foros y ferias: una calabaza casi tonel que no irá a cuchillo, sino a vitrina. El gesto abre un debate sobre qué perseguimos con la agricultura de precisión: sabor, conocimiento o espectáculo.
Quién está detrás y qué ha crecido exactamente
El responsable se llama Alexander Chusov. Lleva años perfeccionando una metodología que él define como trabajo científico aplicado a la huerta. Esta temporada, su calabaza alcanzó 969 kilos, cifra supervisada en un certamen de hortalizas gigantes celebrado en Moscú. Con esta marca, mantiene el listón ruso en la especialidad de cucurbitáceas extremas.
La báscula oficial certificó 969 kilos y consolidó a Chusov como referente de hortalizas gigantes en Rusia.
El proceso no se improvisó. Chusov seleccionó semillas de linajes probados y levantó un invernadero a medida para un solo objetivo: empujar el crecimiento continuo sin saltos de temperatura ni estrés hídrico. La calabaza se alimentó con suelo enriquecido y riegos dirigidos al milímetro. Cada decisión llegó respaldada por datos.
Ingeniería de un invernadero a medida
El recinto combinó calefacción en suelo y aire para sostener un rango térmico estable día y noche. Los sensores midieron humedad, conductividad eléctrica y pH, y avisaron de desviaciones. La ventilación cruzada y los sombreados móviles evitaron golpes de calor al mediodía. El goteo entregó agua y nutrientes sin saturar raíces.
La planta creció sobre un lecho mullido de compost maduro y arena para drenar rápido. La guía de la vid se mantuvo baja, con podas para concentrar energía en un único fruto. El agricultor controló la polinización y acunó la calabaza sobre una base que repartía el peso, para esquivar grietas.
Objetivo del sistema: crecimiento sostenido, cero estrés y decisiones con datos, no con corazonadas.
Competir también es una resistencia
El concurso moscovita reunió a más de 3.000 participantes entre productores, científicos y aficionados. La organización lo compara con una carrera de fondo. Meses de rutina, registro de variables y correcciones constantes. La prueba no se gana en la báscula, se gana en la perseverancia del calendario.
Hubo más piezas llamativas: una sandía de 144 kilos y un calabacín de 73 kilos. Pero la calabaza de Chusov se llevó la conversación por su peso, sí, y por el nivel de precisión detrás de su tamaño.
Dónde la verán y por qué no se abrirá
El equipo decidió trasladarla al Jardín del Boticario, un espacio histórico de Moscú con tradición de muestras botánicas y agricultura experimental. Allí, la pieza se exhibirá junto a otros ejemplares excepcionales para que el público observe de cerca la mecánica del cultivo de gran formato.
No se abrirá. La prioridad es didáctica: mostrar al detalle el resultado de seis meses de cuidados. También pesa la logística. Cortar un fruto así acelera el deterioro, complica la conservación y reduce su valor como pieza de estudio.
| Dato | Detalle |
|---|---|
| Peso certificado | 969 kilos |
| Lugar de verificación | Certamen de hortalizas gigantes, Moscú |
| Destino | Jardín del Boticario (exposición) |
| Decisión | No abrirla; exhibición y estudio |
Más allá del tamaño: técnica, ciencia y límites
Estas calabazas suelen ser Cucurbita maxima de líneas tipo Atlantic Giant. Crecen rápido si hay luz, agua y fertilidad. En picos de verano, un ejemplar sano puede ganar varios kilos al día. El precio es conocido: mucha agua, mucha estructura y un sabor discreto por su alto contenido en agua.
La escena europea avanza. En 2024, el belga Mario Vangeel llevó una pieza de 1.152 kilos al campeonato de Ludwigsburg. España mantiene su propio circuito con citas como Sidamon (Lleida), donde cada otoño aparecen melones, sandías y calabazas fuera de escala. La tendencia mezcla agricultura de precisión, curiosidad científica y espíritu competitivo.
Los cuidados que marcan la diferencia
- Riego: goteo constante y control de la evapotranspiración para evitar estrés y rajaduras.
- Nutrición: materia orgánica estable, aportes de calcio y correcciones según análisis.
- Temperatura: suelo templado y aire estable con ventilación, sombreo y, si hace falta, calefacción.
- Poda y guiado: una sola fruta por planta, vides secundarias sujetas y bien aireadas.
- Base de apoyo: superficie plana y limpia para repartir el peso sin deformaciones.
- Seguimiento: sensores, báscula intermedia y registro diario de crecimiento.
¿Quieres intentarlo en tu parcela? Esto cambia la ecuación
Levantar una calabaza gigante exige terreno, horas y agua. Un proyecto doméstico razonable necesita 20 a 30 m² libres por planta, al menos seis horas de sol directo y una fuente de riego fiable. La siembra temprana bajo protección acelera el arranque. El acolchado conserva humedad y frena las malezas.
La parte menos visible está en la planificación. Hay que reservar tiempo para medir, corregir y prevenir. Las grietas por crecimiento brusco, las quemaduras solares y los hongos aparecen si el manejo flaquea. La seguridad también cuenta: una pieza muy pesada requiere manipular con cinchas y tablones, no con impulsos.
Meta realista para aficionados: fruto grande y sano, de buen porte, aunque no compita por récords.
Costes, riesgos y vías para hacerlo más sostenible
El consumo energético de un invernadero calefactado puede subir la factura. El proyecto se suaviza con compost propio, captación de lluvia, mallas de sombreo en vez de climatización forzada y riego por pulsos cortos. El agua manda; programar por sensores evita excesos y ahorra euros.
¿Qué se hace con el fruto? Las variedades gigantes no destacan por el gusto. Sirven para semillas, pienso en pequeñas cantidades, compostaje y, como en Moscú, para mostrar técnica. La exhibición prolonga su utilidad pública y permite medir, fotografiar y aprender de su estructura.
Lo que deja esta calabaza a los que miran desde fuera
La pieza rusa demuestra que la biotecnología de huerto ya no vive solo en laboratorios. Un agricultor, un invernadero y un plan pueden levantar un resultado medible y verificable. Los concursos actúan como banco de pruebas y aceleran innovaciones que luego se filtran a la horticultura cotidiana.
Si te atrae el reto, piensa en objetivos claros: tamaño razonable, aprendizaje y seguridad. Un calendario realista, algo de instrumentación y una red de apoyo local —cooperativa, vivero, asociación— multiplican las probabilidades de llegar a cosecha sin sobresaltos.



969 kilos y ni una grieta visible… ¡brutal! ¿Habrá visitas guiadas cuando la lleven al Jardín del Boticario?
¿De verdad tiene sentido calentar suelo y aire tantos meses para un fruto que ni se abre? Mucha agua y enerjía para un resultado más de espectáculo que de sabor.