Nuno Matos, el cocinero del Palace de Madrid: “Quiero que quien pida una hamburguesa en la habitación coma la mejor de su vida”

Nuno Matos, el cocinero del Palace de Madrid: “Quiero que quien pida una hamburguesa en la habitación coma la mejor de su vida”

Todos hemos vivido ese momento en el que, en una habitación silenciosa de hotel, el cuerpo pide algo simple y perfecto, casi como un refugio. En el Palace de Madrid, ese deseo tiene nombre y apellidos: Nuno Matos, el cocinero que ha decidido que una hamburguesa a deshora puede ser un acto de hospitalidad con memoria larga. Su objetivo es ambicioso y claro. Hacer que el primer bocado desarme.

La campana del ascensor se abre y un camarero atraviesa un pasillo alfombrado con un carrito brillante. Dentro, bajo una cloche pulida, humea una hamburguesa que huele a parrilla seria y a mantequilla tostada. En cocina, Nuno Matos mira el reloj, toca el pan con las yemas, gira apenas la muñeca para comprobar el punto de la carne y se aparta, como si la escena ya perteneciera a otra persona: la del cuarto piso que acaba de colgar el teléfono, cansada, con hambre, con curiosidad. Y pide una hamburguesa.

Un palacio, una plancha y un antojo

En un hotel de leyenda, los grandes gestos conviven con placeres sencillos. Nuno Matos lo sabe y lo abraza: la hamburguesa no es un capricho menor, es un examen sin avisar. Si falla, todo lo demás tambalea aunque brillen las copas y la plata. Si emociona, convierte una noche cualquiera en un pequeño acontecimiento privado. Eso busca cuando dice, sin rodeos: “Quiero que quien pida una hamburguesa en la habitación coma la mejor de su vida”.

A las 1:37 de la madrugada, suena el timbre en una suite con vistas a Neptuno. Una viajera llega tarde de Barajas, se descalza sin encender todas las luces y deja el móvil cargando en la mesilla. Pide la hamburguesa, no por hambre feroz, sino por instinto: carne, pan, queso, algo crujiente, algo ácido. Veinte minutos después, levanta la campana y la habitación cambia de clima. Hay jugos en el plato, olor a plancha limpia y los bordes dorados del pan brioche que brillan un poco. Sonríe sin darse cuenta.

En un servicio de habitaciones, el tiempo manda y el detalle define la memoria. Una hamburguesa dice más del carácter de una cocina que muchos platos con nombre largo. Ahí se mide el pulso, el ritmo, la escucha. Tiene que llegar caliente, estable y con una promesa muy concreta: que el primer bocado no sea el mejor, sino el primero de muchos buenos. Esa secuencia es la que persigue Nuno con disciplina casi obsesiva.

La ciencia y el ritual de la mejor hamburguesa

La base es una mezcla de cortes pensada para masticar con gusto, no para triturar recuerdos: carne con 20% de grasa, molido grueso, 180-200 gramos por pieza. Se sala justo antes de la plancha para que no sude a destiempo y se marca en una superficie bien caliente, alrededor de 240 °C, dos minutos por lado si se busca un punto rosado y jugoso. El pan brioche se dora con mantequilla clarificada hasta que cruje por fuera y cede por dentro. Queso que funda bien, pickles caseros para cortar la grasa, una salsa propia que abrigue sin gritar.

El gesto invisible es el reposo. La carne necesita un minuto de calma para redistribuir sus jugos y no llorar en el plato. Seamos honestos: nadie pesa la carne un martes por la noche, y aun así el ritual funciona si evitas dos errores clásicos —aplastar el medallón y pincharlo—. Un golpe de campana o tapa para fundir el queso y un pan tibio, no ardiente, que no queme el bocado de salida.

En palabras de Nuno, la hamburguesa del room service es una declaración íntima, el “estoy contigo” del hotel cuando la ciudad duerme. También es un pequeño sistema de precisión: temperatura, tiempo, distancia del pase al ascensor, sincronía con las patatas y la salsa que viaja a la derecha en el plato.

“Quiero que quien pida una hamburguesa en la habitación coma la mejor de su vida. No la más cara ni la más grande: la que recuerda sin mirar la foto.” — Nuno Matos

  • Carne: mezcla con 20% de grasa y molido grueso, 180-200 g.
  • Plancha: muy caliente, vuelta justa, sin aplastar.
  • Pan: brioche dorado con mantequilla, interior suave.
  • Ácido y crujiente: pickles y lechuga que no se marchitan.
  • Salsa: cremosa y equilibrada, aplicada con mesura.

Lo que queda después del primer bocado

Un hotel dialoga contigo sin hablar: lo hacen la luz del pasillo, el peso de la llave, la caligrafía de la carta, la temperatura del plato a medianoche. Una hamburguesa, si está bien contada, completa ese idioma. No te dice “mira qué lujo”, te dice “estás a salvo aquí”, y te devuelve a un lugar que reconoces aunque no hayas estado nunca. Hay una verdad simple en ese bocado que parece humilde y tiene un poder raro: modifica el día que ya dabas por perdido, pone la ciudad en pausa, te reconcilia un poco con el viaje.

Quizá por eso Nuno habla de la mejor de tu vida sin miedo a sonar exagerado. Lo que persigue no es un título, es una sensación repetible: llegar, pedir, comer, exhalar. La promesa se cumple si el plato llega completo y no sobra nada donde debería faltar. Lo que queda después es una historia pequeña que apetece compartir, como un secreto bien guardado en el centro de Madrid.

Punto clave Detalle Interés para el lector
Filosofía del room service Convertir un antojo tardío en un recuerdo potente Entender por qué una hamburguesa puede definir un hotel
Técnica de la carne y el pan 20% de grasa, vuelta justa, brioche dorado con mantequilla Aplicarlo en casa o saber qué exigir cuando la pides
Experiencia en la habitación Sincronía de tiempos, temperatura y montaje que viaja Claves para que llegue perfecta a la mesa de noche

FAQ :

  • ¿Quién es Nuno Matos en el Palace de Madrid?El cocinero que ha puesto el foco en los básicos del room service, con una obsesión amable por la precisión y el sabor.
  • ¿Qué hace diferente a su hamburguesa?La mezcla de cortes con grasa justa, la plancha muy caliente, el pan brioche bien dorado y un montaje pensado para viajar sin morir por el camino.
  • ¿Cuál es el punto ideal de cocción?Jugoso y rosado en el centro, con sellado firme por fuera; si prefieres otro punto, dilo al pedir y adapta tiempos.
  • ¿Hay versión vegetariana que mantenga el ritual?Sí: pan dorado, textura que muerda y umami real —setas, legumbres, quesos—, con el mismo cuidado en el viaje.
  • ¿Puedo replicarla en casa sin equipo profesional?Usa carne con 20% de grasa, una sartén pesada muy caliente, no aplastes, reposa un minuto y calienta el pan con mantequilla hasta dorar.

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