Españoles que han vivido en Australia cuentan lo que más extrañan del país

Españoles que han vivido en Australia cuentan lo que más extrañan del país

Vuelves de Australia con la maleta llena de arena invisible y la cabeza ocupada por cosas pequeñas que ya no encuentras igual. La luz que cae temprano, la sonrisa fácil del “How ya going?”, los parques con barbacoas que funcionan. Todos hemos vivido ese momento en que un olor te devuelve un país. Y entonces late una pregunta simple: ¿qué echan de menos los españoles que han vivido allí cuando regresan?

El lunes amanece en Madrid y Elena, que pasó dos años en Brisbane, despierta antes del alba sin alarma. Bebe agua, mira el cielo entre edificios y escucha un silencio distinto. Recuerda el zumbido limpio de las bicicletas, el chirrido de las cacatúas, ese aire que invita a salir sin prisa ni capas. Hay ciudades que parecen hablarte con la misma frase cada mañana. Ella lo piensa mientras enciende la cafetera y se sorprende a sí misma buscando el sabor denso de un flat white. Algo no encaja. Una vibración suave, pero insistente. Un hueco que pide ritual.

Lo que más extrañan: pequeñas cosas que cambian el día

Lo que se echa de menos no siempre es la postal. Muchos españoles hablan del “tempo” australiano: horas que empiezan pronto, tareas que se cierran a tiempo, tardes que pertenecen al cuerpo. Allí, una ducha rápida, la mochila con toalla y al mar antes del trabajo. No es solo playa; es un trato distinto con la luz y la agenda. Un “no worries” que, de verdad, ordena el día.

Habla Marta, de Bilbao, que vivió en Melbourne. Cuenta que los domingos eran una coreografía suave: café en una esquina casi sagrada, paseo por el mercado de barrio, barbacoa compartida en un parque impecable. No había ceremonia, había costumbre. Dice que lo que más extraña es la facilidad con la que la gente se suma, ese “venite” sin intriga ni compromiso pesado. Y el detalle tonto: encontrar grifos de agua fría en todas partes para rellenar la botella.

Hay lógica en esa nostalgia. Las ciudades australianas fueron pensadas con sombra, grama y distancias razonables para caminar. Los barrios invitan más a estar fuera que dentro. También hay una cultura de trabajo que, en muchos empleos, no glorifica quedarse hasta tarde. Eso moldea hábitos: si la naturaleza está cerca y accesible, se usa. Si el transporte funciona, se camina. Si el parque te espera con una parrilla limpia, aparece la comunidad. Esa suma de cosas se pega a la piel.

Cómo seguir viviendo “a lo australiano” desde España

Hay gestos concretos que traen ese aire de vuelta. Programa una mañana a la semana para ver salir el sol, aunque sea desde una azotea. Haz un café con leche espumada y tómalo de pie junto a la ventana, sin el móvil. Si puedes, adopta la barbacoa como excusa social: muchos municipios tienen áreas preparadas o puedes optar por una versión portátil en una terraza o campo cercano. Fija una “coastal walk” urbana: el mismo paseo, a la misma hora, con la misma mirada abierta.

No intentes copiarlo todo. La nostalgia se vuelve tirana cuando exige exactitud. Elige dos o tres rituales ancla y dales espacio real: madrugar un día, comer temprano un viernes, caminar después del trabajo sin auriculares. Seamos honestos: nadie hace eso todos los días. Lo valioso es la regularidad flexible. También ayuda importar el “no worries” en lo social: llegar sin dramatismo, despedirse sin culpa, no forzar planes que no nacen solos.

Muchos retornados hablan de una voz interior que se calmó allí y que quieren conservar aquí. Es una decisión pequeña, repetida, casi silenciosa.

“Echo menos los loros gritando a las seis, el olor a eucalipto y ese ‘¿cómo vas?’ que de verdad escuchaba. En España he aprendido a inventarlos a mi manera”, dice Lucía, Valencia–Perth.

  • Ritual simple: amanecer + café sin pantallas, un día fijo.
  • Plan social ligero: picnic o barbacoa, cada dos semanas.
  • Ventana de mar: caminar 30 minutos mirando horizonte, aunque sea urbano.

Una nostalgia que abre puertas

La falta se convierte en mapa. Cuando un español vuelve de Australia, lo que extraña funciona como brújula para ordenar, reordenar, negociar con su ciudad. Algunos descubren playas que nunca pisaron pese a vivir cerca. Otros miran distinto el parque de siempre y montan una comida con vecinos. Hay quien se atreve a pedir salir antes del trabajo un jueves y cambia la semana. No es copiar un país; es recordar un ritmo que te hizo bien. Y contarlo. La nostalgia compartida arma comunidad nueva, aquí y ahora.

Punto clave Detalle Interes para el lector
Rituales cotidianos Madrugar, café con pausa, paseo fijo Fáciles de aplicar sin gastar
Naturaleza cercana Parques, costa, rutas urbanas Mejora del ánimo y energía
Actitud social “No worries”, planes ligeros, comunidad Relaciones más sencillas y vivas

FAQ :

  • ¿Qué echan más de menos los españoles que vivieron en Australia?Rituales simples: el amanecer activo, el café bien hecho, la facilidad para reunirse en parques y playas sin complicación.
  • ¿Es solo por las playas?No. También por la cultura del tiempo: jornadas que respetan la tarde, transporte amable y una cortesía cotidiana que baja el estrés.
  • ¿Cómo recrearlo si vivo lejos del mar?Con una “coastal walk” urbana: mismo paseo al amanecer, mirada al horizonte (río, parque, tejados), y un café con pausa al final.
  • ¿Qué hábitos funcionan en España sin chocar con el ritmo local?Uno o dos: barbacoa/picnic quincenal y caminar después del trabajo sin pantallas. Pequeño, constante, compartido.
  • ¿Qué pasa con la comida y el café australiano?Busca cafeterías de especialidad y prueba a espumar la leche en casa. El objetivo no es clonar sabores, sino recuperar el ritual que ordena el día.

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