Karlos Arguiñano, a la revista Lecturas, sobre su numerosa familia: "En casa, los domingos nos reunimos veinte"

Karlos Arguiñano, a la revista Lecturas, sobre su numerosa familia: «En casa, los domingos nos reunimos veinte»

Un domingo cualquiera, veinte sillas, diez historias cruzadas y un anfitrión que sonríe con las manos en harina: Karlos Arguiñano ha contado a la revista Lecturas que “en casa, los domingos nos reunimos veinte”. La cifra impresiona. La escena, más. Lo que late detrás es una manera de vivir: una mesa donde el cariño entra por la cocina y sale en platos humeantes. Et c’est tout.

El olor llega antes que las voces. En el pasillo se apilan abrigos, pan recién cortado y un jarrón que alguien ha traído “porque pega con el mantel”. Arguiñano abre la puerta con ese “¡pasa, pasa!” que conocemos de la tele, y en dos minutos el salón se convierte en un muelle donde atracan primos, hijos, nietos, amigos que ya son de la casa.

El tintineo de los cubiertos se mezcla con las risas y un silencio breve antes del primer bocado. Hay un guiso esperando, tal vez una tortilla que se repite porque siempre gusta, y una fuente de ensalada que desaparece sin hacer ruido. Arguiñano lo contaba en Lecturas con la naturalidad de quien habla del tiempo: “Los domingos somos veinte”. La magia está en los detalles.

Veinte en la mesa, una orquesta sin partitura

La imagen de Karlos no se entiende sin esa mesa larga. La televisión le hizo popular; su cocina familiar lo vuelve cercano. En esas reuniones dominicales hay algo que todos reconocemos: el plato que llega tarde, la anécdota que se repite y el brindis que salva la semana. **La familia no tiene guion, tiene hambre y ganas.** Esa es la fuerza que ordena el caos cuando aparecen veinte sillas y apenas caben.

Imagina un domingo de lluvia en Zarautz: una cazuela de marmitako en el centro, pan por todas partes y una fuente de croquetas que no ve el segundo asalto. Un cuñado coloca sillas, una sobrina pone los vasos, alguien pregunta si falta sal. Todos hemos vivido ese momento en que miras la mesa y piensas: “¿Cómo entra todo aquí?”. Arguiñano lo resuelve con oficio y humor, y ahí se reconoce su escuela. Hay una coreografía invisible.

¿Por qué emociona una cifra como veinte? Porque habla de pertenecer. La comida deja de ser solo sustento y se convierte en señal. Sentarse codo con codo no es logística, es pacto: hoy cabemos todos. Quien cocina manda menos de lo que parece; manda el ritmo del grupo, la conversación, el tiempo del chup chup. Esa es la explicación sencilla de un fenómeno que la tele capta, pero que en casa se multiplica: autenticidad que se come con pan.

El método Arguiñano para domar el caos

Hay una mecánica que funciona cuando cocinas para muchos. Preparar el día antes lo que gana con reposo: salsas, caldos, postres fríos. Elegir un plato principal que rinda y no requiera atención constante, y dos acompañamientos de montar rápido. La parrilla o el horno hacen el trabajo pesado mientras la mesa se arma sola. **Seamos honestos: nadie cocina para veinte todos los días.** Pero el domingo, con una buena mise en place, parece fácil.

El error típico es prometer cinco platos nuevos y complejos. No hace falta. Mejor repetir un clásico que dominas y sumar un toque fresco: un aliño cítrico, una hierba que levanta el plato, un crujiente sencillo. Otra trampa es querer emplatar bonito para todos. Plato al centro, cucharón sin vergüenza y a compartir. Si alguien llega tarde, que encuentre una tapa mini esperando en la barra. El cariño también son soluciones prácticas.

Arguiñano lo resume con una frase que cabe en la nevera:

“En casa, los domingos nos reunimos veinte. Si el guiso está rico y la risa suena, ya es un gran día”.

  • Platos que cunden: guisos, arroces secos al horno, lasañas.
  • Ritmo claro: aperitivo de pie, principal sentados, postre que viaja en bandeja.
  • Mesa flexible: tableros que se unen, bancos, sillas prestadas del vecino.
  • Roles ligeros: quien no cocina, friega; quien no friega, corta pan y sirve agua.

Lo que nos enseña una mesa de domingo

Hay un mensaje detrás del dato que todos repitieron tras leer Lecturas. Reunir a veinte no es exhibición, es un recordatorio: la casa tiene latido. A veces toca cocinar y callar. Otras, escuchar y poner otra ronda de pan. Esa normalidad es el sello de Arguiñano. No es un truco televisivo, es la vida contada con pimientos verdes y risas de sobremesa.

Tal vez por eso su cocina sigue gustando. Es generosa sin impostura. Invita a probar, a repetir, a equivocarse con la sal y reírse igual. *Un domingo grande no es perfecto; es humano.* Y cuando el mantel guarda migas y el reloj corre, queda esa sensación de haber sostenido algo entre todos. Quizá ahí está el secreto de reunir a veinte: saber que no se trata del plato, sino de la mesa compartida.

Punto clave Detalle Interes para el lector
Reunión dominical de veinte Arguiñano cuenta a Lecturas que cada domingo su casa se llena de familia y amigos Inspira a reactivar tradiciones y crear rituales sin complicarse
Método sencillo que rinde Mise en place, horno como aliado, platos al centro para compartir Guía práctica para organizar eventos caseros sin estrés
Autenticidad que conecta El chef muestra su vida real, con humor y cercanía Refuerza la idea de que la mesa es vínculo, no performance

FAQ :

  • ¿Qué suele cocinar Karlos Arguiñano cuando se reúnen veinte?Guisos que mejoran con reposo, arroces al horno y entrantes que se montan rápido. Lo importante es que el sabor aguante el ritmo familiar.
  • ¿Cómo organiza la mesa para tanta gente?Mesa extendida con tableros, bancos y sillas extra. Servicio al centro y turnos claros para evitar embudos en cocina y fregadero.
  • ¿Qué ha contado exactamente en la revista Lecturas?Que en su casa, los domingos, se juntan veinte. Lo dijo con naturalidad, subrayando el valor de la familia y el disfrute de cocinar para los suyos.
  • ¿Se puede replicar en una casa pequeña?Sí. Menos platos, más fuente compartida y horarios escalonados. Un aperitivo de pie libera espacio y mantiene la conversación viva.
  • ¿Cómo evitar el estrés del anfitrión?Planificar el día anterior, delegar tareas y elegir recetas que no exijan vigilancia constante. Un postre frío listo en la nevera salva cualquier atasco.

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