¿Comes sin darte cuenta de a qué sabe? Entre el móvil, el reloj y las prisas, el plato pasa por la boca como un trámite. Comemos, sí. ¿Disfrutamos? No tanto. La técnica de los 5 sentidos no es una moda zen: es una forma simple de volver a la mesa, al cuerpo y al momento. **Tu atención es el mejor condimento**. Lo notas en el primer bocado. Y te cambia el día.
La otra noche, en un bar de barrio, una mujer se quedó mirando su tortilla de patatas antes de hincar el tenedor. Cerró los ojos y acercó la cara. Sonrió. Yo seguía con mi bocadillo, distraído con una notificación. Ella parecía escuchar cómo crujía el pan, como si fuera una canción solo para ella. Dejó el móvil a un lado y respiró hondo. Come más lento de lo que te pide la prisa. No tardó más, pero parecía haber comido mejor. Y algo cambió.
Lo que pasa cuando comes con los 5 sentidos
Comer no es solo tragar calorías. Es mirar, oler, oír, tocar y saborear. Cuando activas los cinco sentidos, la comida deja de ser fondo y se vuelve protagonista. El cerebro recibe más señales de saciedad y placer. Sientes que estás ahí, en la mesa, no en otro sitio. Todos hemos vivido ese momento en el que un aroma nos ha devuelto un recuerdo que creíamos perdido. Eso también es comer.
Piénsalo con un ejemplo práctico. Toma una naranja. Mírala: el brillo, las motas de la piel, el color que casi calienta. Acércala a la nariz: hay un zumbido cítrico que despierta algo en la lengua. Pela con calma: el chasquido leve de la cáscara, el aceite que salta a los dedos. Aprieta un gajo: la membrana cede, el jugo tiembla. Entonces, sí, muerde. El dulce y el ácido se pelean un segundo y se abrazan después. Ese minuto te alimenta más que un snack distraído.
Hay lógica en esto. El sistema nervioso necesita señales claras para decidir cuándo parar y cuándo disfrutar. La vista prepara, el olfato arranca, el oído afina, el tacto aterriza, el gusto confirma. Si faltan piezas, el cerebro pide repetición sin satisfacción. Al reactivar el circuito sensorial, comes menos automático y más consciente. No se trata de comer “perfecto”, sino de comer presente. Tu plato no cambia. Tú sí.
Cómo practicarlo en la mesa, sin misticismos
Un método simple: pausa de 10 segundos antes del primer bocado. Mira el plato como mirarías un paisaje. Huele corto, dos veces. Acerca la oreja: ¿cruje, chisporrotea, suspira? Toca con el tenedor y con el pan, si toca pan. Da el primer bocado y cuenta tres respiraciones antes del segundo. Ese pequeño espacio abre el canal sensorial. **Comer puede ser un acto sensorial completo**.
Errores comunes: comer con el móvil al lado, masticar a ritmo de reunión, llenar la mesa de cosas que compiten con el plato. Seamos honestos: nadie hace esto todos los días. La idea no es convertir cada comida en una ceremonia, sino en un rato un poco más tuyo. Si hoy puedes dos minutos, valen. Si mañana solo puedes mirar y oler el primer bocado, también suma. Lo sensorial es entrenable. Va de constancia blanda, no de rigidez.
La voz de la práctica ayuda.
“Cuando miro y huelo antes de probar, mis antojos bajan solos. Me sacio con menos y me culpo menos”, me dijo Marta, 38 años, que empezó con 30 segundos de pausa.
- Vista: nombra dos colores del plato antes de empezar.
- Olfato: identifica un aroma principal y uno de fondo.
- Oído: busca un sonido (crujir, burbujeo, silencio).
- Tacto: nota temperatura y textura con labios y lengua.
- Gusto: localiza dulce, salado, ácido, amargo o umami.
Lo que descubres cuando bajas una marcha
Algo curioso ocurre cuando comes con los cinco sentidos: cambia la relación con el hambre. Ya no es solo vacío que hay que tapar. Es un mensaje con matices. Distingues si tienes hambre de cuerpo o hambre de cabeza. A veces, una sopa caliente calma más que una ración doble. O un tomate con sal te sabe a verano y te basta. **Una mesa en calma cambia el sabor**.
También mejora la memoria de la comida. Recuerdas qué te gustó y por qué. Repites mejor. Cocinas con más intención. El tiempo no se alarga: se estira lo justo. Descubres sabores que estaban pero no veías, desde el tostado ligero del pan hasta el crujido de una lechuga bien lavada. Cuando vuelves al piloto automático, lo notas enseguida. Y ese contraste te trae de vuelta sin pelearte.
No hace falta un menú de chef ni una vajilla nueva. Basta una silla sin prisa, un plato que te hable y un cuerpo dispuesto a escuchar. Una lámpara que no deslumbre. Una mesa sin cámaras ni correos, aunque haya ruido alrededor. La técnica de los 5 sentidos es portátil: cabe en un tupper, en un puesto de la calle, en un desayuno de pie. Te acompaña donde comas. Te recuerda que estás vivo, aquí y ahora.
| Punto clave | Detalle | Interes para el lector |
|---|---|---|
| Pausa inicial | 10 segundos para mirar y oler antes del primer bocado | Reduce la velocidad y abre el apetito sensorial sin complicaciones |
| Mapeo de sentidos | Identificar colores, aromas, sonidos, texturas y sabores | Convierte cualquier plato en una experiencia más rica y saciante |
| Pequeños hábitos | Quitar el móvil, masticar más, respirar entre bocados | Resultados visibles con poco esfuerzo y cero gasto |
FAQ :
- ¿Necesito mucho tiempo para comer con los 5 sentidos?No. Empieza con 2 minutos de foco al principio del plato y verás cambios suficientes para querer seguir.
- ¿Sirve para bajar de peso?Ayuda a reconocer saciedad y antojos, lo que facilita comer menos sin pelear. No es una dieta, es una herramienta.
- ¿Qué hago si como en la oficina o de pie?Elige un gesto: oler antes del primer bocado y hacer tres respiraciones. Aunque no te sientes, ese ritual te centra.
- ¿Y si la mesa está ruidosa o hay niños?El ruido no bloquea. Busca un solo sentido por comida. Un día escucha el crujir. Otro día nota la temperatura. Va por partes.
- ¿Cómo evito volver al piloto automático?Coloca anclas: un mantelito, un vaso favorito, una alarma suave antes de comer. Pequeños recordatorios que te traen al plato.


