Magdalena, churrera de manos rápidas y mirada clara, repite una cifra sin pestañear: 200-300 raciones al día a 2,60€ y un 50% de rentabilidad. La pregunta que flota entre el vapor y el azúcar es menos romántica que el crujido: ¿cómo se sostiene cada mañana un negocio tan simple como frágil?
La persiana sube antes de que el sol decida asomar, y el olor a aceite nuevo corta el frío como una bufanda invisible. La harina huele a mañana. Los primeros clientes llegan con pasos de sueño, murmuran “una ración para llevar” y miran el reloj como si el tiempo dependiera de la boquilla. El azúcar cae como nieve breve, la caja suena discreta, y Magdalena aprieta el aro de masa con un gesto aprendido de su padre. No hay superpoderes, hay ritmo. No hay discursos, hay colas. La caja manda.
Un mostrador que late: 200-300 raciones al día
La escena se repite, pero no se copia. Las raciones salen de seis en seis, morenas y rectas, a 2,60€ la unidad de alegría simple. Magdalena trabaja con una pauta casi musical: cortar, freír, escurrir, endulzar, cobrar. Dos frases a cada cliente, una sonrisa corta y una mirada a la freidora, siempre a 195-200 ºC. El mostrador es un metrónomo y la calle, un rumor que sube y baja con la hora del cole y el descanso del bus.
Un sábado de buen tiempo es otro animal. A las 9:15 ya hay una cola de esquina, y la libreta de pedidos marca veinte raciones adelantadas para el equipo de fútbol del barrio. Magdalena cambia a la boquilla grande, dobla el aro y saca porras cada dos minutos. En el cuaderno queda una cifra tonta y poderosa: 278 raciones vendidas a mediodía, dos garrafas de aceite rotadas, 31 chocolates calientes y cinco bolsas de papel agotadas. El goleador del partido vuelve y pide “la última”, y todavía se oye reír al abuelo que paga en monedas de un euro.
La aritmética, aquí, no es enemiga del apetito. Con 250 raciones de media, la facturación del día ronda los 650€. Si el margen bruto es del 50%, queda un colchón de unos 325€ antes de alquiler, sueldos, luz, gas y cotizaciones. En un mes de 26 aperturas, la película se agranda: unos 16.900€ de ingresos y 8.450€ de margen bruto. El punto clave está en no dejar que el margen se derrita como el chocolate: compras inteligentes, aceite limpio y una porción que sea ración, no concierto.
El método de Magdalena para que el margen salga
El gesto técnico se aprende con reloj en mano. Masa sencilla: harina floja, agua y sal. Tres minutos de reposo, no veinte. Freidora a 198 ºC, boquilla del 12 para ración de churro fino, 2:10 por vuelta y escurrido real, no de postureo. La ración pesa entre 100 y 120 g, seis piezas iguales, azúcar al final, sin empapar. La línea se mueve cuando la mano no tiembla y la vista sabe cuándo la burbuja se vuelve dorada.
Hay decisiones pequeñas que cambian un mes entero. Si el aceite huele triste, cambia la garrafa antes de que el cliente lo note. Marca el precio en un cartel grande y evita el “¿cuánto es?”. Todos hemos vivido ese momento en el que el billete se queda sin cambio y la cola te mira como si faltara un árbitro. Seamos honestos: nadie hace esto cada día. Por eso los gestos claros, el datáfono a mano y la ración estable son tu red de seguridad.
Magdalena corta y habla poco, pero deja frases que se pegan como el azúcar fino. Dice que el beneficio no está en subir 20 céntimos, sino en no perderlos en cada detalle. Y que el secreto de freír bien es no tener prisa con el aceite y sí con la caja.
“Vendemos 200-300 raciones al día a 2,60€ y nos queda un 50% de rentabilidad. No hay truco: ración estable, aceite limpio y no regalar el tiempo.”
- Define ración: 6 churros iguales, ni más ni menos.
- Rota el aceite: filtra a media mañana y renueva cuando baje el brillo.
- Sube ticket medio: chocolate a +1,80€ y café a +1,30€.
- Cartel visible: precio, horario y pago con tarjeta sin mínimo.
- Cierra con gesto: bolsa doble en días de lluvia, te lo devuelven en fidelidad.
Lo que queda cuando baja el fuego
Hay una verdad sencilla detrás del crujido: un negocio vive de repetir bien lo que funciona y de corregir rápido lo que falla. Magdalena podría vender 320 raciones en fiestas, pero prefiere llegar viva al lunes. Ajusta el tiro en lo pequeño, como quien cambia de mano el aro para que la masa no se agarre. Es un oficio, sí, y también un mapa de decisiones. La rentabilidad del 50% no se congela, se cuida.
| Punto clave | Detalle | Interes para el lector |
|---|---|---|
| Volumen diario | 200-300 raciones/día | Saber cuánta demanda sostiene el precio |
| Precio por ración | 2,60€ con ración de 6 piezas | Referencia clara para comparar en tu barrio |
| Margen bruto | 50% con control de aceite y porción | Qué vigilar para no perder euros invisibles |
FAQ :
- ¿Cuántos churros hay en una ración “normal”?Seis piezas de tamaño similar, doradas y sin grasa sobrante. Esa constancia sostiene el precio y evita discusiones al pagar.
- ¿Cómo se calcula ese 50% de rentabilidad?Precio menos coste directo (harina, aceite, gas, azúcar, bolsas) y parte de gasto diario. Lo que queda, antes de alquiler y nóminas, ronda la mitad.
- ¿Cuántos litros de aceite se consumen al día?Entre 8 y 12 litros en rotación, con filtrado intermedio. Días de fiesta pueden exigir una garrafa extra.
- ¿Tiene sentido subir el precio a 2,80€?Funciona si mantienes ración y calidad. Prueba en fin de semana y observa si se resiente la cola o el ticket medio.
- ¿Qué truco evita churros aceitosos?Temperatura estable en 195-200 ºC, corte limpio y escurrido real en rejilla. El papel absorbe, pero no hace magia.


