Mariví Parellada, portavoz de Telefónica: “Cada vez que aceptamos las cookies de una web, cedemos fragmentos de nuestra vida y, a cambio, recibimos un servicio que no es útil y que nos dicen gratuito”

Mariví Parellada, portavoz de Telefónica: “Cada vez que aceptamos las cookies de una web, cedemos fragmentos de nuestra vida y, a cambio, recibimos un servicio que no es útil y que nos dicen gratuito”

Mariví Parellada, portavoz de Telefónica, lo suelta sin anestesia: aceptar cookies no es un clic inocente, es trocear la vida en datos y regalarlos por un servicio que llaman gratuito y que rara vez compensa. La frase incomoda porque nos retrata. Entre banners pegajosos y botones verdes gigantes, decimos sí casi sin mirar. Lo hacemos en el metro, en el sofá, antes del café. La economía de la atención no descansa y los avisos tampoco.

El camarero deja el vaso de agua y, casi al mismo tiempo, aparece el aviso de cookies en el móvil. El pulgar va automático al “Aceptar todo”, como si apartáramos una mosca. La escena dura dos segundos, menos que el primer sorbo. Y, sin embargo, ahí empieza una negociación silenciosa: tu ubicación, tu tiempo, tus hábitos… a cambio de entrar a una página que vas a cerrar en 30 segundos.

Lo llaman personalización, lo sentimos como prisa. Todos hemos vivido ese momento en el que solo quieres leer una receta o ver el horario del cine y el muro de permisos te frena. ¿Qué cedimos exactamente?

Cookies: lo que se llevan cuando dices sí

La frase de Parellada toca un nervio: cada aceptación suma microfragmentos de nosotros. Páginas que visitamos, artículos que paramos a leer, la hora a la que solemos conectarnos. Nada parece grave en singular. En conjunto, es un retrato bastante fiel.

Ese retrato viaja por redes publicitarias que no vemos. Y llega a marcas que, técnicamente, “no nos conocen”, pero nos encuadran en segmentos: padres primerizos, fans de bicicletas urbanas, gente que busca trabajo. Funciona porque es simple. Y porque estamos cansados.

Un ejemplo cercano: Ana, 34, buscó un cochecito un domingo. El lunes, todo eran ofertas de sillas de coche y seguros para bebés. No era magia, era rastro. Varios estudios señalan que más del 80% de usuarios da “aceptar” en los primeros cinco segundos. No por convicción, por fatiga. La industria lo sabe y diseña banners para que cliques sin pensar.

El resultado es extraño: creemos elegir, pero nos empujan. La opción más fácil siempre es la más rentable para quien nos rastrea. No hablamos solo de anuncios, también de ajustes que cambian según nuestro perfil, precios dinámicos, recomendaciones que afinan la diana.

La lógica publicitaria promete relevancia, y a veces la ofrece. El problema llega cuando el intercambio se desequilibra. ¿De verdad necesitas ceder tu geolocalización para leer una noticia? ¿O compartir tu ID de dispositivo para ver un vídeo de 20 segundos? Aquí encaja el dardo de Parellada: damos mucho por poco.

Las cookies de terceros caen en desgracia, pero el rastreo no; muta. Fingerprinting, ID universales, inicios de sesión obligatorios. La etiqueta “gratis” tapa el coste real: atención, datos, dependencia. Y cuando algo falla, nadie sabe a quién reclamar.

Cómo recuperar el control sin convertirse en paranoico

Primer gesto concreto: cambia el orden del clic. En lugar de “Aceptar todo”, pulsa en “Configurar” y opta por “rechazar no esenciales”. Dos toques más y listo. En el navegador, activa el bloqueo de rastreadores y borra cookies de terceros al cerrar. Firefox, Safari y Brave lo traen de serie; en Chrome, usa la opción de “bloquear cookies de terceros” y una lista de excepciones para tus webs favoritas.

Segundo gesto: separa contextos. Un navegador para redes sociales, otro para banca y trabajo, modo invitado para compras. Es simple y corta gran parte del rastro cruzado. En el móvil, limita el seguimiento de anuncios en Ajustes y desactiva permisos de ubicación “siempre”; usa “solo mientras se usa”. Seamos honestos: nadie revisa todas las preferencias cada día.

Errores comunes: instalar diez extensiones, romper media web y culpar a “Internet”. Mejor pocas y buenas: uBlock Origin, Privacy Badger o un DNS con filtro. Y una regla amable: si una página exige más datos de los que esperas para darte lo que promete, busca alternativa.

“Cada vez que aceptamos las cookies de una web, cedemos fragmentos de nuestra vida y, a cambio, recibimos un servicio que no es útil y que nos dicen gratuito”. — Mariví Parellada

  • Usa correos alias para registros que no son críticos.
  • Revisa tus permisos de apps una vez al mes, no a diario.
  • Descarga tus datos de grandes plataformas y mira qué guardan.
  • Desactiva el autocompletado de tarjetas si no compras a menudo.

Lo que está en juego a largo plazo

No se trata de vivir con miedo, sino de elegir cuándo y para qué compartes. Si normalizamos que todo se paga con datos, aceptamos un mundo donde la privacidad es lujo. Y no lo es. Es una herramienta para pensar sin ruido, para equivocarte en pequeño, para cambiar de opinión sin que un algoritmo te lo recuerde.

La promesa de servicios “gratis” va a seguir, porque el modelo es rentable. La pregunta es otra: ¿qué valor te devuelve esa web que quiere tu historial entero? A veces la respuesta será “mucho” y adelante. Otras, un “meh” que te invita a cerrar la pestaña. Tu derecho a decir no sigue ahí, enterrado bajo un botón verde.

Quizá el camino sea cultural, no técnico. Hablar de esto en la oficina, con amigos, con tu familia. Contar cómo ese anuncio te siguió dos semanas. Y probar pequeñas prácticas que, sumadas, cambian el juego. La tecnología siempre acelera. Nuestra atención, no. Y la factura, tarde o temprano, llega.

Punto clave Detalle Interes para el lector
Consentimiento cansado Aceptamos por prisa, no por comprender Identifica cuándo te empujan a decir sí
“Gratis” no significa sin coste Pagas con datos, tiempo y perfilación Valora si compensa la cesión
Pequeñas prácticas Configurar, separar contextos, menos permisos Mejora la privacidad sin romper tu día

FAQ :

  • ¿Aceptar solo las cookies esenciales rompe las webs?En la mayoría, no. Lo que perderás son anuncios dirigidos y algunos módulos de terceros.
  • ¿Borrar cookies borra mi historial?No, son cosas distintas: cookies son llaves de sesión y rastreo; el historial son tus visitas.
  • ¿Qué navegador es más “privado” para empezar sin complicarme?Safari y Firefox activan bloqueos por defecto; Brave añade más, con algún ajuste extra.
  • ¿Sirven las VPN para las cookies?La VPN oculta tu IP, pero las cookies siguen identificándote dentro del navegador si no las limitas.
  • ¿Cómo sé qué datos guarda una plataforma sobre mí?Descarga tu archivo de datos en su centro de privacidad; sorprende y educa en diez minutos.

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