Mi abuelo marcaba las reses con pez" : ¿qué fue de los pegueros que sellaron tu infancia en España?

Mi abuelo marcaba las reses con pez» : ¿qué fue de los pegueros que sellaron tu infancia en España?

En los años duros, el monte fue taller y farmacia. De su fuego salieron soluciones ingeniosas que hoy casi nadie recuerda.

Entre carreteras de tierra y economías de trueque, el campo español se organizó para sobrevivir. De esa necesidad nació un oficio invisible para la ciudad pero crucial en pueblos serranos: transformar la **resina** del pino en **alquitrán vegetal** y **pez** para impermeabilizar, curar y marcar, cuando cada pérdida contaba.

Un oficio que el monte dictaba

En plena **posguerra**, la **madera** y sus derivados sostuvieron la vida cotidiana. En comarcas como la **Sierra de Segura**, cuadrillas enteras aprendieron a leer el pinar como un almacén vivo. De allí salían los **pegueros**, especialistas en recoger restos de **resina** y **tea de pino** para convertirlos en un material versátil y barato.

El trabajo no ocupaba todo el año. Se organizaba en campañas, sobre todo en primavera y otoño, evitando lluvias intensas y los días de viento. La faena exigía resistencia, manos acostumbradas al calor y una atención constante al horno para no arruinar una hornada completa.

La **pez vegetal** fue el impermeabilizante de proximidad que sostuvo cubas, tejados y herramientas en media España rural.

Campañas, esfuerzo y saber transmitido

Los **pegueros** combinaban esta labor con la siembra, la resinación o el cuidado del ganado. El monte marcaba el calendario y también el cuerpo: jornadas largas, humo espeso y temperaturas altas. El conocimiento pasaba de mayores a jóvenes a pie de peguera, con indicaciones prácticas y señales aprendidas a ojo.

Qué era la peguera y cómo trabajaba

La **peguera** era un horno humilde, circular, levantado con piedra, barro y tierra apisonada. En su interior se colocaban capas alternas de **madera resinosa**, cortezas y residuos de resinación, llamados a menudo testerones. El secreto residía en controlar el oxígeno: se sellaba el horno para provocar una combustión lenta que derritiera la resina sin prenderla del todo.

Tras varios días de cocción pausada, goteaba la **miera** —también llamada **pez**— hacia un conducto de salida. El material se removía para evitar grumos, se dejaba enfriar y se almacenaba en bloques o en recipientes metálicos. Aquella producción alimentaba economías domésticas y, en ocasiones, pequeñas redes comarcales de intercambio.

Una hornada bien cuidada podía abastecer a varias casas y a una ganadería entera durante meses, sin depender de compras lejanas.

Herramientas y control del fuego

  • Horno de **barro** y **piedra** con boca de carga y salida inferior para la **miera**.
  • Palas y ganchos para mover capas de **tea** y restos de **resina**.
  • Sellado con barro húmedo para limitar el oxígeno y lograr una pirólisis lenta.
  • Recipientes metálicos para recoger y enfriar la **pez** sin contaminarla.

Para qué servía la pez en los pueblos

La **pez** vegetal cubría necesidades que hoy resolvemos con silicona o poliuretano, pero con un coste mínimo y con materiales cercanos. Su presencia llegaba a tejados, bodegas y cuadras. Donde había humedad, había pez.

Producto tradicional Uso principal Sustituto actual
**Pez vegetal** Impermeabilizar cubas, odres, canalones y techumbres Siliconas, poliuretanos, láminas asfálticas
**Miera** diluida Tratamiento de madera expuesta a la humedad Lasures y barnices sintéticos
**Pez** espesa Marcaje de reses y curas cutáneas en ganado Tintes, pomadas y marcadores comerciales

Economía circular antes de llamarla así

El pinar ofrecía materia prima, el horno transformaba y el pueblo aprovechaba cada gota. Nada se tiraba: los restos sólidos servían como combustible o se reutilizaban en nuevas hornadas. Aquella cadena reducía compras, acortaba desplazamientos y fortalecía redes vecinales.

Del auge al olvido

A partir de los 60 y especialmente en los 70, la combinación de mejores carreteras y **derivados del petróleo** cambió el panorama. Las ferreterías acercaron **nuevos sistemas de impermeabilización** que ganaron la partida por rapidez, uniformidad y menor esfuerzo físico. Muchas **pegueras** quedaron a medio derruir y el saber se guardó en recuerdos familiares.

La llegada de materiales industriales hizo prescindible un conocimiento que había nacido por necesidad y proximidad.

Lo que quedó en el monte

Hoy sobreviven bocas de hornos tapadas por jaras, montículos circulares y canales de salida medio cegados. Museos etnográficos y fiestas locales rescatan, de forma puntual y controlada, demostraciones del proceso para conservar la memoria técnica sin riesgos innecesarios.

¿Tiene sentido hablar de peguera en 2025?

La conversación sobre materiales de proximidad y economía baja en carbono devuelve a escena ideas antiguas. No se trata de reinstalar hornos masivos, sino de revalorizar un conocimiento que enseña a trabajar con **biomasa**, a gestionar el **pinar** y a entender la cadena completa de un recurso local.

En entornos educativos o patrimoniales, reproducir el proceso a pequeña escala ayuda a explicar **pirólisis**, control del **oxígeno** y usos de la **resina**. Y abre un debate actual: cuándo conviene lo artesanal, cuándo compensa lo industrial y cómo reducir dependencia exterior sin ignorar la seguridad.

Riesgos, normas y buenas prácticas

  • El manejo de **miera** caliente exige protección ocular y guantes resistentes al calor.
  • El humo debe ventilarse en espacios abiertos y lejos de viviendas o fauna doméstica.
  • Cualquier demostración requiere permisos municipales y plan contra incendios.
  • La recogida de restos en monte público necesita autorización y respeto a la biodiversidad.

Así se reconocen las huellas de una peguera

En un paseo por antiguas zonas resineras es posible identificar los vestigios. Busca un círculo de piedras medio hundido, un canal de desagüe apuntando ladera abajo y manchas oscuras incrustadas en el suelo. La vegetación suele crecer más rala sobre esas manchas por la presencia de **pez** en profundidad.

Qué nos enseña este oficio hoy

Los **pegueros** demostraron que un territorio puede producir soluciones con sus propios recursos. Entender su técnica ayuda a pensar en cadenas cortas de suministro, mantenimiento de infraestructuras rurales y oficios con baja inversión inicial. También recuerda que la tecnología no solo es electrónica: a veces es barro, piedra y una gestión precisa del aire.

Cuando el dinero faltaba, la **resina** del pino y el ingenio local cerraban grietas, guardaban vino y protegían madera.

Para quien quiera ampliar su mirada, una actividad complementaria sencilla consiste en comparar el coste energético de producir **pez** a pequeña escala frente a la compra de selladores modernos. La simulación muestra dónde ahorras transporte y dónde sube el gasto por calor y tiempo, y permite decidir con criterios claros según el uso, la escala y el impacto ambiental local.

Otra vía práctica pasa por aprender a identificar **pinos resineros** activos, restos de **resinación** y zonas de **tea** aprovechable. Esta observación guiada, sin extraer materiales, ya aporta valor: enseña a leer el bosque, a distinguir recursos y a respetar ciclos que hicieron posible un oficio que, aunque extinto, aún tiene mucho que contar.

1 thought on “Mi abuelo marcaba las reses con pez» : ¿qué fue de los pegueros que sellaron tu infancia en España?”

Leave a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *