Un padre que habla desde la obra —con las manos que cuentan historias y el teléfono que no deja de sonar— lanza una frase que pica: “yo buscaba trabajo en la obra y no había, ahora claro que te lo dan porque la gente joven no quiere trabajar”. Detrás del titular, un país que madruga y una generación que duda, en un mercado que cambia más rápido que los andamios.
La mañana cae tibia sobre un descampado a las afueras, con mezcla de polvo y bocinas. Mounir Nasraoui, 39 años, espera junto a una valla donde un cartel pide peones y oficiales “con experiencia”. Su móvil vibra con mensajes sobre su hijo, Lamine Yamal, el chico que ilumina estadios mientras él mira cascos y chalecos. *La fama no paga el alquiler.*
Del ladrillo a los focos: la frase que enciende un malestar
La sentencia de Nasraoui rompe el aire por lo directa. Habla de obra, de huecos, de jóvenes que —dice— no quieren entrar. Detrás hay cansancio, pero también una fotografía social: cuadrillas que envejecen y jefes de obra que buscan manos. **Una realidad incómoda** y, a la vez, llena de matices.
Un encargado le cuenta que necesita tres peones para arrancar la semana. Jornada larga, madrugón, contrato por obra y servicio. Pagos puntuales, botas de seguridad, curso de prevención obligatorio. La escena se repite en polígonos y rotondas de media España. Según datos de la patronal del sector, faltan perfiles en construcción desde hace años, con miles de vacantes sin cubrir.
La explicación no cabe en una frase. Muchos jóvenes miran a la obra y ven esfuerzo físico, salarios que no siempre compensan y una etiqueta social que pesa. Otros eligen logística, hostelería, tecnologías. La construcción, por su parte, exige cursos, carnés, horas nocturnas y un cuerpo preparado. El cruce no siempre encaja, y aflora el choque generacional.
Maneras de volver a entrar: papeles, ritmos y pequeños atajos
Para volver al tajo con 39 años, Mounir desgrana una hoja de ruta sencilla. Curso de PRL de 20 horas, Tarjeta Profesional de la Construcción, alta en Seguridad Social y curriculum corto, de una página, con obras concretas. Pasar por la ETT del barrio, tocar en la oficina de la empresa que levanta el bloque de enfrente, y presentarse en el cambio de turno con casco y ganas. **El contrato** llega más fácil cuando el encargado te pone cara.
El error habitual es esperar a que todo esté “perfecto” para empezar. La obra pide inmediatez: si te llaman a las 7, a las 7:30 estás con el chaleco. Otro fallo común es no preguntar por el plus de desplazamiento o dietas. Y duele la espalda si no calientas. Seamos honestos: nadie hace eso todos los días. Una mochila con agua, fruta y faja lumbar puede evitar semanas de baja.
Cuando estalla el debate entre “no quieren trabajar” y “no compensa”, conviene bajar el ruido. Hay contratos temporales dignos y chapuzas que no lo son.
“Yo buscaba trabajo en la obra y no había, ahora claro que te lo dan porque la gente joven no quiere trabajar”, repitió Mounir, más para explicar su camino que para dictar sentencia.
- Documentación básica: PRL 20h, TPC, DNI/NIE, alta o situación en Seguridad Social.
- Canales útiles: ETT locales, grupos de WhatsApp de cuadrillas, portales provinciales.
- Preguntas clave: salario neto, horarios reales, desplazamientos y duración de la obra.
- Señales rojas: pago en B, sin EPIs, sin alta desde el primer día.
Lo que queda cuando baja el polvo
En la historia de Mounir hay mezcla de frustración y orgullo. El padre que corre detrás del trabajo y el hijo que corre por la banda. Todos hemos vivido ese momento en el que la vida privada choca con el ruido público. El ladrillo tiene sus códigos, el fútbol los suyos, y la conversación social rellena los huecos con prisa. **La obra** no es un enemigo ni un refugio: es un espejo.
Queda mirar mejor los datos y escuchar más las voces. En España, la construcción reclama gente, sí, pero también ofrece rutas de formación que aún no llegan a todos. El salario crece en ciertos oficios, y falta relevo en otros. La dignidad se construye en nóminas claras, cascos bien puestos y horarios que no parten el cuerpo. Lo otro es humo que se lo lleva el viento.
Entonces, ¿por qué duele la frase? Porque señala una grieta real: expectativas, reconocimiento, esfuerzo. Porque hay jóvenes que prefieren otras rutas, y padres que no quieren renunciar a un oficio que conocen. Y porque, a pie de valla, el futuro se decide en llamadas cortas y madrugones largos. Ahí, lejos del brillo del estadio.
| Punto clave | Detalle | Interes para el lector |
|---|---|---|
| Escasez en la construcción | Vacantes persistentes y cuadrillas envejecidas | Oportunidades reales de empleo si cumples requisitos |
| Brecha generacional | Percepción de esfuerzo vs. expectativas laborales | Entender por qué hay fricción y dónde encaja cada perfil |
| Ruta de acceso | PRL 20h, TPC, ETT y contacto directo con encargados | Pasos prácticos para conseguir entrevistas y contratos |
FAQ :
- ¿Quién es Mounir Nasraoui?Padre de Lamine Yamal, 39 años. Ha trabajado en la construcción y se ha vuelto visible por declaraciones sobre el mercado laboral y por el éxito de su hijo.
- ¿Qué quiso decir con “la gente joven no quiere trabajar”?Es una frase que expresa su experiencia personal buscando empleo en la obra. No describe a toda una generación; abre un debate sobre encaje entre ofertas y expectativas.
- ¿De verdad faltan trabajadores en la construcción en España?El sector reporta miles de vacantes. Patronales y empresas piden perfiles con formación en prevención y oficios específicos. Las cifras varían por provincia y especialidad.
- ¿Qué papeles piden para entrar a una obra?Curso PRL 20h, TPC, alta en Seguridad Social, DNI/NIE en regla y, según el puesto, acreditaciones de maquinaria. También botas y EPIs desde el día uno.
- ¿Cómo afecta esto a Lamine Yamal y su familia?La atención mediática se dispara, pero el trabajo y la economía familiar siguen su curso. El foco deportivo convive con decisiones laborales muy concretas.


