Ser madre y sentirse “fraude” a la vez suena cruel, pero pasa. Entre tomas nocturnas, opiniones no pedidas y fotos perfectas en redes, la voz interna se vuelve juez implacable. Todos hemos vivido ese momento en el que miras a tu bebé, miras el caos, y te preguntas si estás a la altura. No es falta de amor. Es el síndrome del impostor en la maternidad.
Son las 3:17 de la madrugada y la luz azul del móvil te quema los ojos. Deslizas el dedo por historias de madres que hornean galletas sin azúcar, hacen piel con piel impecable y sonríen con moño alto que nunca se desarma. Tú tienes una camiseta manchada, una lista mental de dudas, y esa punzada sorda en el pecho: ¿y si no lo estoy haciendo bien? Y piensas: algo debo estar haciendo mal. El chupete cae, el bebé respira hondo, el silencio pesa. ¿Y si esa voz mintiera?
Cuando la maternidad te susurra: «no eres suficiente»
El síndrome del impostor no aparece con credenciales, se cuela en lo cotidiano. Te agarra cuando no sabes si el llanto es hambre o sueño, cuando la consulta del pediatra se alarga, cuando la abuela sentencia “en mis tiempos…”. No cuestiona lo que haces, cuestiona lo que eres: ¿madre suficiente, madre presente, madre paciente? No hay rúbrica, no hay examen, solo una vara invisible que siempre sube un centímetro más. Y claro, te cansas de saltar.
Ana, 32, primeriza. Vuelve del trabajo con la mente en mil pestañas: informes por entregar, fiebre de 37,8 a mediodía, leche en la mochila que goteó en el metro. En la reunión, alguien le dice “eres una máquina” y ella, por dentro, piensa que tuvo suerte. Ese es el guion del impostor: convertir logros en casualidad y errores en identidad. Diversas encuestas señalan que seis de cada diez madres confiesan sentirse “insuficientes” al menos una vez por semana. No todas lo cuentan. Lo comparten con la almohada.
¿Por qué pasa? Porque la maternidad convive con la incertidumbre, y la incertidumbre es gasolina para los sesgos mentales. Te comparas con highlights ajenos y con un ideal que nadie cumple, filtras tus aciertos como ruido y amplificas tus fallos como sirena. Vivimos en cultura de rendimiento: listas, metas, gráficas de sueño, percentiles. La cabeza aprende a evaluar lo que no se evalúa: el vínculo, la presencia, el cuidado imperfecto. No se trata de tu capacidad, sino del ruido a tu alrededor. Y ese ruido se hace más fuerte cuando duermes poco y te exiges mucho.
Herramientas prácticas para bajar el volumen a esa voz
Prueba el “diario de tres pruebas” por siete noches. Antes de dormir, anota tres hechos micro que demuestren competencia real: “detecté el hambre a tiempo”, “pedí ayuda”, “reímos en el baño”. Nada de adjetivos, solo datos. Al lado, escribe la frase-trampa del impostor de ese día y una réplica concreta: “No soy paciente” vs “esperé 10 minutos sin gritar”. En una semana verás patrones y, lo más valioso, un archivo de realidad al que volver cuando el pensamiento se ponga en plan juez. Funciona como antídoto breve y repetible.
Otra táctica: el “no comparómetro”. Cuando aparezca la comparación, detente, suelta el teléfono y lleva la mirada a algo físico en casa (la textura del sofá, el olor a jabón, el peso del bebé en tu brazo). Tres respiraciones largas con exhalación más lenta, y una frase ancla: “mi familia, mis ritmos, mis medidas”. Seamos honestos: nadie hace realmente eso todos los días. La clave es tener el gesto disponible, no hacerlo perfecto. Si se te olvida, vuelves. Sin drama. Sin factura emocional.
Hay errores frecuentes que nos enredan. Creer que pedir apoyo es “fracasar”, confundir silencio con paz, tratar el posparto como si fuera una maratón de productividad. Ajusta la vara: una cosa es tu ideal, otra es tu temporada. Tu temporada pide ternura con tus límites y humor con tus expectativas. Si alguien opina de más, ensaya una frase corta y amable para poner borde: “Gracias, por ahora preferimos hacerlo así”. Tu casa, tus reglas. Tu bebé, tu idioma.
“La maternidad no es un examen con nota; es una relación que se aprende en voz baja, día a día.” — Psicóloga perinatal
- Señales de impostor: minimizas logros, maximizar fallos, miedo persistente a “ser descubierta”.
- Kit exprés: agua, aire, una llamada a tu persona segura y tres pruebas en papel.
- Recordatorio: el bebé no necesita una madre perfecta; necesita una madre suficientemente buena que se queda.
Para seguir conversando y mirarnos con más ternura
El síndrome del impostor en la maternidad no es un monstruo que se derrota de una vez, es una radio con volumen variable. Habrá días en los que suba sin permiso y otros en los que apenas susurre. Puedes construir, con paciencia, una política interna de cuidado: rodearte de voces que sumen, limpiar los filtros que restan, volver al cuerpo y a lo que sí estás haciendo. Tal vez descubras que la vara invisible era prestada, y que tu medida real es más suave y más tuya. Cuando esa voz vuelva a decir “no das la talla”, pregúntale: “¿según quién?”. Y deja que responda el ritmo de tu casa, el olor del pelo de tu hijo, el cansancio orgulloso de tus manos. Puede que ahí, sin fanfarria, esté la talla exacta.
| Point clé | Détail | Intérêt pour le lecteur |
|---|---|---|
| Nombrar el impostor | Identifica la voz y sus frases-trampa más comunes | Ganas claridad y reduces su poder inmediato |
| Diario de tres pruebas | Tres evidencias diarias, sin adjetivos, durante siete noches | Construyes un archivo real contra las dudas |
| Frenar comparaciones | Gesto físico + respiración + frase ancla (“mi familia, mis ritmos”) | Recuperas presencia y calmas la mente en minutos |
FAQ :
- ¿Cómo distingo dudas normales de síndrome del impostor?La duda normal va y viene según el contexto; el impostor es persistente, descalifica logros y te hace sentir “fraude” incluso con evidencias a favor.
- ¿Y si las redes me disparan la comparación todos los días?Curar tu feed es autocuidado: deja de seguir cuentas que te encienden la culpa y prioriza voces reales; limita el scroll nocturno con un horario y deja el móvil fuera del dormitorio.
- No tengo tribu cerca, ¿qué hago?Arma una red mínima: una vecina, un grupo de lactancia local, foros moderados, teleterapia; una persona segura a la que mandar audio de tres minutos cambia un día entero.
- Vuelvo al trabajo y me siento impostora en ambos lados, ¿es normal?Sí, es dualidad de roles, no falla tuya; usa microrituales de transición (caminar una cuadra, lavarte las manos con atención, cambiar de playlist) para cambiar de “modo” sin desgastarte.
- ¿Cuándo buscar ayuda profesional?Si la culpa es aplastante, aparece ansiedad intensa, insomnio sostenido o ideas oscuras; pide cita con tu médica o psicóloga perinatal. Pedir ayuda también es cuidado.



Me guardo la frase “mi familia, mis ritmos, mis medidas”. Gracias por bajarle el volumen a esa voz 🙂
El diario de tres pruebas me pareció brillante. Siempre minimizo lo que hago bien y sobredimensiono los fallos; escribir “pedí ayuda” como logro me cuesta un montón. Esta noche lo pruebo 7 días seguidos, a ver si mi cabeza deja de actuar como jueza 24/7. Gracias por la ternura y la claridad.