¿Tú también ibas con tus padres?" : la costumbre que reanimó la Plaza Mayor y casi nadie recuerda

¿Tú también ibas con tus padres?» : la costumbre que reanimó la Plaza Mayor y casi nadie recuerda

En años fríos y escasos, Madrid encontró un respiro navideño. Hoy apenas quedan recuerdos sueltos y cajas con piezas dormidas.

Hubo una tradición que devolvió luz y ruido a una ciudad en penuria. En el corazón de Madrid, la **Plaza Mayor** volvió a latir con un ritual que mezclaba fe, comercio y necesidad. Aquella costumbre, casi borrada de la memoria colectiva, explica por qué los **belenes** siguen siendo, para muchos, el auténtico pulso de la **Navidad**.

Una tradición que volvió a latir en Madrid

Tras la **posguerra española**, las familias continuaron reuniéndose entre **cartillas de racionamiento** y economías frágiles. El calendario marcaba diciembre y, con él, la vuelta de los **puestos navideños**. Primero se apretaron en la **plaza de Santa Cruz**; luego crecieron tanto que conquistaron su destino definitivo.

Entre 1939 y 1944, los tenderetes pasaron de Santa Cruz a la Plaza Mayor, que se consolidó como su hogar cada diciembre.

Aquel traslado no fue solo logístico. En plena escasez, la **Plaza Mayor** se convirtió en un refugio emocional. Allí, los madrileños caminaban despacio, comparaban precios, buscaban **figuras de barro**, casas en miniatura, montañas de **corcho** y ese detalle que completaba el nacimiento de casa. Ir a “mirar el belén” se volvió un pequeño plan familiar que encendía la ciudad.

Del frío a la plaza

Las calles estaban oscuras y el dinero, contado. Pero bajo los arcos, el mercado olía a serrín, a barniz fresco y a castañas asadas. El bullicio amortiguaba la dureza del día. Quien no compraba, tomaba ideas. Quien podía, sumaba una oveja, un pastor o un puente. El belén no se montaba de golpe: se **ampliaba año a año**, con paciencia y orgullo.

Muchos artesanos dedicaban once meses a tallar y pintar para venderlo casi todo en pocas semanas, a contrarreloj.

El mercado que sostenía oficios y rituales

Los puestos enseñaban **belenes distintos a los domésticos**: grandes escenas, cascadas, palacios, molinos que giraban con ingenio eléctrico. Había escuelas y parroquias que alentaban a levantar el nacimiento con lo que hubiera: cartón, papel, alambre. Cuando faltaba dinero, circulaban **belenes recortables** para decorar la mesa o el aparador.

Lo que se compraba, cómo se hacía

  • Figuras de **barro** y **madera**: desde el Niño hasta pastores, posaderos y animales.
  • Elementos de paisaje: **corcho**, musgo, papel rocoso, ríos de papel de aluminio.
  • Estructuras: casas, puentes, portales, molinos con pequeñas poleas o motores.
  • Artesanía de autor: piezas únicas pintadas a mano, con taller familiar detrás.

La gente acudía al mercado con una mezcla de **necesidad** y **alivio**. Se notaba en las conversaciones susurradas sobre precios y en ese gesto de llevarse al menos una pieza pequeña, para no romper el rito. Aquello sostenía empleos estacionales y salvaba oficios que, sin diciembre, se habrían apagado.

Del nacimiento de Greccio al corazón de Madrid

La tradición del **belén** viaja siglos atrás. **San Francisco de Asís** armó una representación en 1223, en **Greccio**, y los franciscanos difundieron la idea por Europa. En la corte borbónica, **Carlos III** trajo el gusto por los **belenes monumentales** napolitanos y la costumbre prendió primero en palacios y luego en los hogares.

De la devoción franciscana al gusto cortesano, el belén saltó a las casas y, durante la posguerra, se convirtió en un ancla emocional compartida.

En la España de escasez, el nacimiento funcionaba como una puesta en escena del cuidado. La mesa era modesta, pero el portal podía volverse ingenioso. Se reciclaban cajas, se pintaban piedras, se montaban montes con papel estrujado. Cada detalle contaba una historia de familia.

Línea temporal de una costumbre en Madrid

Año Hecho
1939 Los puestos navideños regresan a la plaza de Santa Cruz tras la guerra.
1940 El mercado crece y parte de los tenderetes salta a la Plaza Mayor.
1944 La **Plaza Mayor** concentra el mercado de forma estable y se vuelve cita anual.

Qué queda hoy y por qué te interpela

Hoy, muchos **madrileños** guardan en altillos aquellas cajas con virutas, piezas sueltas y pastores que ya no encajan. La ciudad ha cambiado, el consumo también. Pero el gesto que llenó de vida la **Plaza Mayor** sigue latiendo en cada familia que arma su nacimiento despacio y lo mejora cada diciembre.

Este 2025, el debate ya no es la penuria, sino el tiempo. ¿Cómo recuperar un rato para montar un belén sin agobio? ¿Cómo evitar que se pierda la **memoria material** de una tradición que sostuvo barrios y oficios? Responder a esas preguntas no exige un presupuesto alto: pide voluntad y un poco de método.

Cómo empezar un belén sencillo hoy

  • Define un rincón fijo, alejado de calor directo y humedad.
  • Elige un hilo conductor: **portal clásico**, **pueblo** o **desierto** minimalista.
  • Compra pocas piezas de **calidad básica** y suma una o dos cada año.
  • Usa materiales accesibles: **cartón**, **corcho**, retales de tela, ramas secas.
  • Ilumina con tiras LED frías para evitar calentamiento y brillo excesivo.

Trucos de conservación y pequeñas economías

Las figuras de **barro** agradecen cepillo suave y guardado en cajas rígidas. El **corcho** dura más si lo envuelves en papel y lo separas del musgo seco. La humedad arruina pinturas, así que conviene usar bolsitas antihumedad y ventilar el rincón donde lo montas. Al desmontar, haz fotos del montaje: al año siguiente ahorrarás tiempo y discusiones.

Para rebajar gasto, mira el calendario: muchos artesanos liquidan existencias en la última semana de campaña. Otra opción es apostar por un solo elemento artesanal cada año, como un **puente**, un **pozo** o una **fachada**, y completar el resto con soluciones caseras. Así construyes un belén con identidad sin disparar el presupuesto.

Por qué esta tradición habla de nosotros

Aquel mercado de la **Plaza Mayor** no solo vendía piezas: ofrecía un **respiro colectivo**. En la **posguerra española**, cada compra era pequeña, pero el mercado entero dibujaba pertenencia. Mantener viva la costumbre hoy no significa replicar el pasado, sino entender su sentido: reunirse, crear con las manos, celebrar lo compartido y sostener oficios que aún sobreviven en talleres discretos.

La costumbre que llenó de vida la Plaza Mayor no fue una extravagancia: fue un pacto urbano para resistir y seguir mirándose a los ojos en Navidad.

Si guardas figuras heredadas, merece la pena revisarlas, limpiarlas y devolverlas a escena. Recuperar ese hilo discreto une generaciones y rescata el gesto que, en los años duros, convirtió a Madrid en un mercado de esperanza bajo los soportales.

2 thoughts on “¿Tú también ibas con tus padres?» : la costumbre que reanimó la Plaza Mayor y casi nadie recuerda”

  1. Mi abuela me llevaba de la mano a mirar los belénes en la Plaza Mayor. No siempre comprábamos, pero salíamos con olor a castañas y serrín. Gracias por rescatar esta memoria tan viva.

  2. Bonito relato, pero cuidado con idealizar la posgüerra. Hubo hambre y represión; el mercado no compensaba eso. ¿Tenéis fuentes más allá de anécdotas para sostener los datos de 1939–44?

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