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¿Niños competitivos? No, niños mejores

por El equipo editorial ,
¿Niños competitivos? No, niños mejores© Getty

¿Es legítimo intentar que tu hijo tenga una preparación y unos medios que le ayuden a destacar en su entorno y, por tanto, que le permitan afrontar con las mejores garantías el futuro? Pues parece legítimo. Y exigible.

He elaborado, para ello, una lista de pautas para que nuestros hijos destaquen y sean más competitivos. También hago algunas indicaciones sobre su coste, económico y de tiempo. La efectividad de todas ellas es extraordinaria.

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1. Léeles ya el cuento de la cigarra y la hormiga.
Atención, porque como lo entienda, ya le has situado, de un plumazo, en el percentil 95 de los niños más competitivos de su generación.
Coste: gratuito, lo encontrarás en internet. Y 10 minutos para leerlo y comentarlo cada 3 meses entre los 5 y los 8 años.

2. Díselo cuanto antes: “la vida no siempre es justa”.
Es gratis de explicar cuando, por ejemplo, tienes más de un hijo. Lo entenderán rápido cuando les apagues a todos la tele porque sólo uno de ellos no despegó la nariz de la pantalla como le pediste. O cuando lleguen a casa con una mala calificación injusta (“nos han suspendido a todos porque fulanito no paraba de hablar”). Aprovecha esta oportunidad para explicarle que la vida no siempre es justa, en vez de hacer el ridículo en tu papel de padre protector y responder con ese patético “¡ya hablaré yo con el profesor!” Más patético y contraproducente que esa respuesta ya sólo es ir y hacerlo. Como bien indica Terry Gragera, esto les ayudará a tolerar la frustración, sentimiento al que, por culpa de los padres, muchos niños se enfrentan demasiado mayores, quizás ya desarmados y sin músculo para ello. Más adelante entenderán, además, que la vida no nos da lo que merecemos, sino lo que necesitamos.
Coste: gratuito.

3. Viaja con él. Mucho. Siempre que puedas.
Porque eso le ayudará a entender el mundo en el que vive. Entenderá que su modo de vida es muy poco representativo. Hay otros idiomas, otras razas, otras culturas, otros valores sociales. Entenderá simplemente que hay “otros” y que todos ellos representan mucho más que él. Y entenderá fácilmente que el mundo está lleno de oportunidades, pero que no todas habrán de pasar por la puerta de su casa.
Coste: esto sí tiene un coste económico, dependiendo del destino. Lo harás con gusto. Ah, dije viajar, no hacer turismo.

4. Transmítele el placer de la lectura.
Es la forma más barata de viajar y de crecer. Y la mejor prevención frente al Alzheimer. En papel o en libro electrónico, pero leer y leer.
Coste: gratuito. Seguro que tu casa está llena de libros y, si no, tienes fácil acceso a ellos.

5. Deporte, idiomas y música.
Es el trinomio mágico. Para fortalecer el cuerpo, engrasar la mente y ensanchar el alma. Y el deporte no sólo fortalece el cuerpo, potencia los valores del esfuerzo, el trabajo en equipo y fija otras enseñanzas como que la vida no siempre es justa y a veces te mete un gol por la escuadra cuando te atabas las botas. O que uno es como es y que tiene que aceptarse tal cual, y con esas limitaciones decidir si quiere ser portero o delantero, o bien si se divierte más haciendo esgrima que jugando al fútbol.
Coste: te tendrás que rascar el bolsillo, para los idiomas y la música al menos. El balón lo puede poner otro amiguito.

6. Enséñale a subrayar.
Enséñale a subrayar, desde pequeñito. Subrayar es destacar lo importante, darle valor a aquello que lo merece. Si llega a cierta edad y, cuando le preguntas qué tal fue su viaje a Malta, contesta que era muy difícil aparcar en la playa; o por su jefe, y contesta que tiene un grano en la nariz, dale por perdido. Como padre, no tienes precio.
Coste: gratuito.

7. Hazle un examen diario. Sin tregua.
Antes de dormir, con el uniforme de examinarse: el pijama. Pregúntale “¿qué es lo mejor que te ha pasado hoy?” Le ayudará a ser consciente de lo que le sucede, a jerarquizarlo y, lo más importante, a descubrir esas pequeñas cosas que día a día tiene la fortuna de disfrutar. Esas personas incapaces de ser felices, que no son capaces de disfrutar las pequeñas cosas de su cotidianidad, no hicieron el examen diario de pequeños.
Coste: gratuito. El pijama lo tenía para dormir, no para examinarse.

8. Competencia vs. cooperación.
Avánzale, cuando sea un poquito mayor (de momento, un deporte de equipo es suficiente), una lección muy importante que se pone en práctica en las mejores escuelas de negocio del mundo: la cooperación es muy superior a la competición. No sólo moralmente, también por su eficacia.
Coste: gratuito.

9. La familia no falla.
Hazle sentir que su familia es donde él se puede mostrar siempre como es y donde sus padres siempre le querrán. Si se equivoca una o un millón de veces. Si hace lo que se esperaba de él o si no. Este discurso se transmite por nuestra actitud hacia ellos, que entienden mucho mejor que el lenguaje verbal. No te mortifiques si un día les pegaste un mal grito si todo lo demás les indica “papá y mamá me quieren”. Atención, este punto es muy exigente para los padres, porque no es una verdad absoluta que la familia no falle. Quizás sea más habitual que sí lo haga. De nosotros depende hacerles ver que la suya nunca les fallará, para que en un futuro sientan la obligación de no fallar a la que ellos formen.
Coste: gratuito.

10. Hay gente mejor que otra.
Sí, ya es hora de contarles que hay gente que vale más que otra: la gente buena. Por eso, que la única superioridad que te vean reconocer sea la de la bondad.
Coste: gratuito

11. Enséñales a arriesgar.
El miedo a caerse debilitará su mente y sus músculos, el pánico a equivocarse les bloqueará energías muy necesarias. Que hoy se pongan los zapatos solos, que ya se los cambiarás si el derecho está en el pie izquierdo. De mayores ya sabrán qué zapato va en cada pie, qué actitud es la adecuada para cada momento, qué es lo que nadie ha hecho aún y qué es lo que ellos podrían intentar hacer. Potencia su creatividad, lo explica muy bien Javier Esteban: “ayúdales a que la desarrollen como prefieran, deja siempre a su alcance todo tipo de herramienta que les permita expresarse: pinturas, cartulinas, recortables, tijeras, plastilinas, arcillas… La creatividad es la semilla de la innovación, lo que les ayudará en el futuro a encontrar soluciones originales a problemas cotidianos”.
Coste: gratuito.

12. Estimula su gusto por hacer algo por primera vez.
Es buena práctica hacer todas las semanas algo que nunca hicieron antes. También que repitan algo que les fascinó.
Coste: gratuito.

13. Pueden ser pequeños caballeros.
No requiere ningún esfuerzo. Verán cómo tú cosechas éxitos y fracasos en cantidades industriales y con sólo mirarte, sabrán que sólo se ha aprendido a competir cuando no se abusa si se gana y cuando no te frustras si se pierde. Es la gran lección.
Coste: gratuito.

14. El perdón les hace fuertes.
Competir es duro, muy duro. Y a veces te hacen trampas, te traicionan. Cuando lo sufran, enséñales a perdonar. Eso les hará más fuertes, más verdaderos, más auténticos. Y les devuelve a una situación superior, porque obtiene más el que perdona que el perdonado. Esto, además, te puede beneficiar si te equivocas como padre y ellos se dan cuenta.Pero el perdón tiene siempre dos direcciones, la del que lo pide y la del que lo da. No sólo hay que perdonar, hay que aprender a pedir perdón. ¿Por qué? Porque nos hacemos más humanos y humildes. ¿Y qué tiene eso que ver con competir? Todo, la empatía, la humanidad, la humildad son armas que nos ayudan a generar lealtades a nuestro alrededor y, además, hacen nuestro mundo mejor.
Coste: gratuito.​

15. Enséñale a decir que no.

En realidad no se trata de enseñarles a decir que no, sino de no enseñarles a decir que sí a todo como una especie de cortesía hacia los que le rodean. Ellos nacen sabiendo decir que no. Lo puedes comprobar cuando les preguntas por qué no hacen tal cosa y contestan “porque no quiero”. Déjale que se exprese y no le enseñes a plegar sus deseos a los de terceros en un ejercicio de educación mal entendida.
Coste: gratuito. Además, le ahorrarás de mayor gastos de psicólogo y cursos de asertividad.

16. La naturaleza es su hogar.
Exígele que cuide la naturaleza como ha de cuidar su casa. Que no ponga los pies en la pared, que no se suba al sofá con las botas de jugar al fútbol… que recicle, que no tire basura en el monte y que sienta la obligación de dejar su entorno natural un poquito mejor de como lo encontró.Enséñale a sentirse pequeño en la grandeza de la naturaleza, en lo alto de una montaña o en la frondosidad de un hayedo, y que, a su vez se sienta un simple usufructuario de ese gran legado. Y que vivir en armonía con la naturaleza le ayudará a vivir en armonía consigo mismo.
Coste: gratuito.


17. El placer de la excelencia en las pequeñas cosas.
Esta lección tiene también un altísimo impacto. Le ayudará a disfrutar con lo pequeño y a descubrir el placer del trabajo bien hecho. Es importante explicarle que, a menudo, la diferencia entre algo bien hecho y algo mediocre es simplemente la actitud, que cuesta lo mismo hacer las cosas bien que mal. Y que esa actitud le llevará no sólo a obtener mejores resultados sino a disfrutar intentándolos.¿Y esto cómo se enseña? Muy fácil. Que él haga su cama. Y que se limpie los zapatos. Enséñale esta lección practicando en estas actividades cotidianas. Verás que no habrá quien lleve los zapatos más relucientes, ni habrá cama mejor hecha que la suya. Menudos son dando(nos) lecciones de cómo se deben hacer las cosas.
Coste: gratuito.

18. Enséñales a dar las gracias.
Y alguien pensará que una cosa es la educación y otra la competitividad. Pero es este un buen ejemplo de que pueden ir unidos. Enséñales a decir gracias por todo, por el cielo azul, por la lluvia, por el amigo, por mamá… Un niño que da las gracias es más competitivo porque valora cada cosa que tiene y todas aquellas que conquista.
Coste: gratuito.

19. El ejemplo no es una manera de educar. Es la única posible.
Esto es un axioma, y como tal, no necesita mayor explicación. Pero sí recordarlo. Porque si le pides a tu hijo que lea, que viaje, que haga deporte, que arriesgue, que perdone… mientras te hundes en tu sillón, en vez de hacer algo útil, harás el ridículo.
Coste: gratuito.

20. El sufrimiento forma parte de nuestras vidas.
Menuda gana de darles un disgusto, pensarás. Pero, ¿serás capaz de protegerle de eso toda su vida? Me temo que no. No les ocultes una realidad de la que pueden aprender mucho y a la que, además, podrían contribuir aliviándola. Enséñales a acompañar a quien les pueda necesitar (ya más mayores podrán dedicar una mañana o tarde a la semana), a convivir con la discapacidad y la diferencia; ayúdales a jerarquizar el sufrimiento y a distinguir sus causas. Para poder gestionarlo cuando les llegue y, sobre todo, para que nunca lo inflijan por falta de compromiso, de empatía o de consciencia de gravedad.
Coste: gratuito.

21. El hombre es un ser transcendente.
Ahí queda eso. Tú sabrás explicarle por qué. A tu manera.
Coste: gratuito.​

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Y aún falta algo que nos debamos aplicar nosotros: los padres podemos decidir ser amigos de nuestros hijos, pero no olvidemos que entonces quedarán huérfanos. Sí, es más fácil ser amiguete que padre, pero no se merecen que tú abdiques. Tú educa, y ellos que jueguen (pauta imprescindible en el desarrollo y crecimiento de un niño)..Esta me parece una lista con los puntos vitales. Si crees que faltan más y me ayudas, la haré crecer. Así nuestros hijos serán mejores, para lo que no necesitan ser los “únicos mejores”. Ya sabes, cooperación mejor que competición.Que fácil parece ser padre… hasta que lo eres.

Por Jorge Segado, Director General de enfemenino.

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