Puede que a simple vista parezca solo un pequeño hábito, pero aquellas personas que tienden a hablar más que a escuchar pueden estar relacionadas con ciertos rasgos como: necesitar validación externa continuamente, querer gestionar la ansiedad o tomar el control del entorno. A continuación, analizamos algunos de estos rasgos que podrías tener si sueles hacer tener esta costumbre, según los expertos. ¡Toma nota!
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1. Buscas siempre la validación de tus acciones en los demás
Muchas personas no pueden evitar convertir cada charla en la oportunidad perfecta para hablar de sí mismas. Lo que parece un interés por compartir las experiencias de cada uno, en realidad, pasa a ser una búsqueda continua de validación externa. A esto se le llama narcisismo conversacional, y suele dejar a los demás sintiéndose excluidos o utilizados como audiencia. ¿Cómo se puede identificar? Si, después de contar algo, el silencio te incomoda, tal vez estás menos interesado en hablar… y más en ser escuchado.
2. Personas que suelen 'llevar la sartén por el mango'
Según los expertos, las personas con tendencia a dominar a los demás toman la palabra con más frecuencia, sobre todo en entornos competitivos. Para ellas, hablar es casi una forma de marcar territorio y establecer sus límites.
3. Hablar por no enfrentarte al silencio
También están los que quieren conversar mucho por nervios. Para las personas ansiosas, el silencio puede ser incómodo o incluso generar angustia, así que llenan cada vacío con palabras. El problema es que, aunque no lo hacen con mala intención, esa necesidad puede saturar a los demás y dificultar un verdadero intercambio de palabras.
4. El entusiasmo social del extrovertido
A veces, hablar mucho es simplemente una expresión de entusiasmo. Las personas extrovertidas suelen necesitar más estimulación social y, por eso, tienden a hablar más. Pero incluso si lo hacen con buena energía, pueden dar la sensación de no saber escuchar o de interrumpir sin querer. Según un estudio de 2022, sus compañeros suelen valorarlos como peores oyentes, aunque no lo perciban así.
5. El experto que lo sabe todo (o casi)
Algunas personas hablan con la intención de enseñar o aportar valor… pero acaban dando clases que nadie les ha pedido. Su intención puede ser buena, pero si no saben cuándo parar, los demás pueden sentirse anulados o pasados por alto. Escuchar también significa dar espacio a otras voces, incluso si se tiene mucha experiencia.
6. No captar las señales del otro
Un rasgo común en los que hablan demasiado es no notar (o ignorar) las señales que indican que la otra persona quiere participar. Miradas, cambios en la postura, una respiración más profunda: todo eso suele ser una invitación sutil a tomar la palabra. Ignorarlas puede cerrar la puerta al diálogo real.
7. No escuchar de verdad
Escuchar no es solo quedarse callado. Implica estar presente, mostrar interés y dar espacio al otro para expresarse. Las personas que desarrollan la escucha activa no solo construyen relaciones más sólidas, sino que también tienen, según los estudios, más éxito en sus relaciones personales y profesionales.