Los padres no tienen por qué ser siempre ejemplares, y la forma en la que se comportan puede afectar a sus hijos. Pueden ser palabras hirientes, humillantes, despectivas; negligencia, falta de amor, de afecto, de atención… Tantos factores que pueden marcar a los hijos, incluso hasta la edad adulta. Si creciste con una madre difícil, es posible que te veas reflejado en alguna de las siguientes dificultades.
LETTER
5 cosas cotidianas que las personas con una infancia difícil no soportan
1. No soportas que alguien levante la voz
El más mínimo tono elevado, incluso leve, puede desestabilizarte y hacerte sentir inseguro. Tú mismo tampoco levantas la voz nunca. Prefieres las conversaciones tranquilas antes que las discusiones en las que las palabras hieren. No te gustan los conflictos y te sientes mal cuando debes enfrentarte a ellos. Esto se explica, en gran parte, por lo que viviste con tu madre durante la infancia.
2. Te cuesta soportar que alguien se cierre contigo
Te resulta difícil cuando alguien cercano se encierra en sí mismo. Este comportamiento puede recordarte al de tu madre, que quizá solía aislarse y dejarte de lado. Eso puede haber generado en ti una sensación de rechazo. Puedes sentirte apartada o poco importante frente al malestar de esa persona, como si no contaras lo suficiente para ella.
3. Te afecta sentirte (o ser) abandonado
Es un clásico: el miedo al abandono cuando se ha crecido con una madre o unos padres difíciles. Puede deberse a que tu madre no estaba lo suficientemente presente, ni física ni emocionalmente. Como resultado, te sentiste abandonado(a) de pequeño(a), y ese trauma suele resurgir en la edad adulta. Aunque nadie te esté abandonando realmente, ese miedo es más fuerte que tú y se manifiesta en tus relaciones.
4. No sabes cómo gestionar a alguien que no controla sus emociones
Si tuviste una madre difícil, quizá te viste obligado(a) a gestionar sus emociones porque ella no podía hacerlo sola. Evidentemente, ese no era tu papel, y menos siendo niño(a). Tuviste que lidiar con sus excesos de ira, tristeza o cambios de humor. Aprendiste a adaptarte, y ahora te cuesta enfrentarte a este tipo de situaciones porque te devuelven a esos recuerdos del pasado.
5. Te resulta duro ver relaciones cómplices entre madre e hija
No es egoísmo. Simplemente, te recuerda cuánto sufriste en tu relación con tu madre y la falta de ese amor materno que tantos otros niños sí conocieron —y que algunos siguen teniendo hoy. Ver relaciones felices y cariñosas entre madres e hijas puede entristecerte, aunque no lo quieras, porque te confronta con lo que no tuviste.