Con el permiso de los grandes nariz que mantienen, y con mucho criterio, que no existen perfumes estacionales, que los aromas no entienden de invierno o de verano, que sus partituras se adaptan a nuestro humor y deseos y no a la climatología, es innegable que cuando llega el calor cambiamos radicalmente de identidad olfativa y elegimos acordes más ligeros, más frutales, más florales...con un toque más fresco o bien, optamos por versiones más sutiles de aquellos que nos acompañan fielmente durante el resto del año.
|
|
