Tienes un buen trabajo, una vida de pareja estable, vida social plena, hobbies e incluso tal vez hijos… En resumen, sobre el papel lo tienes todo para “estar bien”. Nada falta. Y, sin embargo, sientes constantemente un vacío interior.
Una falta de sentido profunda. Una sensación difícil de nombrar, como si vivieras tu vida desde fuera. Un desajuste inexplicable. Este malestar discreto, pero devastador, tiene nombre: el síndrome de la vida vacía. Este fenómeno, cada vez más común en nuestras sociedades modernas, donde hay que “triunfar” a toda costa, puede afectar a cualquiera, a cualquier edad y nivel socioeconómico. Pero aunque parezca insuperable, el síndrome de la vida vacía puede tratarse y superarse.
Antes de eso, ¿de qué se trata exactamente? ¿Cómo reconocerlo? ¿Cuáles son los signos? ¿Cómo diferenciarlo de una depresión, de la ansiedad, del burn-out o del bore-out? ¿Qué lo causa y a quién afecta? Sobre todo: ¿cómo salir de él y recuperar el sentido? Para entender mejor este fenómeno, aufeminin entrevistó a Hanna Achour, psicóloga clínica e hipnoterapeuta en el Instituto Rafaël, en París.
¿Qué es el síndrome de la vida vacía?
“El síndrome de la vida vacía no es un trastorno oficialmente reconocido”, explica Hanna Achour. Sin embargo, es muy real para quienes lo viven. Designa un sentimiento persistente de vacío interior, aburrimiento crónico, indiferencia generalizada y/o fatiga emocional, incluso cuando todo parece ir “como debe ser”.
Las redes sociales acentúan el fenómeno: tantas comparaciones y perfección escenificada hacen perder de vista la brújula interior. “Existe una tiranía de la positividad: cada uno se siente obligado a estar bien todo el tiempo”, añade.
Síndrome de la vida vacía: causas, señales y personas más afectadas
El síndrome de la vida vacía suele aparecer de forma insidiosa. Pero ciertos signos deben alertarnos. Según Hanna Achour, estos son los 7 principales:
- Una sensación persistente de desajuste con el mundo.
- Aburrimiento crónico, incluso estando acompañado.
- La impresión de funcionar en piloto automático.
- Fatiga emocional que no desaparece.
- Necesidad de compensar con excesos o distracciones (comida, pantallas, alcohol, sustancias…).
- Pérdida de motivación o interés en actividades antes apreciadas.
- Pensamientos y preguntas existenciales repetitivas, sin rumbo claro.
“No hay que minimizar estos síntomas. Son señales importantes, a veces silenciosas, que muestran un profundo desalineamiento interior”, advierte la experta. Y a diferencia de un simple bajón pasajero, este malestar persiste y no desaparece con descanso o vacaciones.
Las causas no siempre son fáciles de identificar, pero tienen un punto en común: un desalineamiento interior, desconexión con uno mismo, gran cuestionamiento vital y una falta profunda de sentido. Los desencadenantes más comunes son:
- Crisis existenciales mayores (duelo, divorcio, enfermedad, pérdida laboral).
- Alcanzar un objetivo sin la satisfacción esperada.
- Pérdida de referentes o de misión vital.
- Rutina automática prolongada (“metro-trabajo-casa”).
- Aislamiento afectivo o social.
- Presiones e imposiciones sociales.
- Pérdida de brújula interior o crisis espiritual (religiosa, política, moral o filosófica).
“Lo que hace tan difícil este vacío es que es invisible para los demás… pero omnipresente para uno mismo”, recalca Achour.
Todos pueden verse afectados, pero algunos perfiles son más vulnerables:
- Jóvenes de 20-30 años en búsqueda de identidad.
- Personas de 40-50 años en plena “crisis de la mediana edad”.
- Mayores, sobre todo en la jubilación.
- Recién graduados y trabajadores precarios.
- Mujeres sometidas a fuertes exigencias entre carrera, familia y pareja.
- Hombres enfrentados a la presión del “éxito masculino”.
- Personas en transición vital o pérdida de referentes.
- Personas aisladas.
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¿Cómo salir del síndrome de la vida vacía y recuperar el sentido?
La buena noticia: no es una condena, sino un aviso. Es una invitación a realinearse. El primer paso es aceptar lo que se siente, aunque sea incómodo. Consejos de Hanna Achour:
- Aceptar las emociones, sin huir ni juzgarse.
- Cuestionar objetivos y deseos reales.
- Hablar con personas de confianza.
- Retomar placeres simples: caminar, cocinar, hacer deporte, jugar.
- Reconectar con el cuerpo y las sensaciones.
- Practicar gratitud.
- Estar en contacto con la naturaleza.
- Expresarse a través de arte: escritura, música, pintura, danza.
- Meditar o explorar la espiritualidad.
- Buscar causas, proyectos o comunidades que den sentido.