Las decisiones de hoy pueden transformarse en remordimientos dentro de 30 años. Y no es esta mujer de 70 años quien dirá lo contrario. En una entrevista con Ouest France, una francesa admite haber elegido el salario más alto en lugar de un trabajo que realmente le interesaba.
El sector privado paga el doble de lo que ofrece el sector público, e incluye una buena cobertura médica, guardería para los hijos y plan de pensiones. Uno acepta ese puesto intentando autoconvencerse de que la pasión es un lujo y que la estabilidad financiera es más importante. Pero a los 70 años, con la seguridad financiera ya adquirida, uno entiende que ese “más tarde” era en realidad una mentira que se contaba a sí mismo. La posibilidad de reinventarse profesionalmente es imposible. El dinero ganado no puede recuperar las décadas pasadas trabajando solo para alimentar la cuenta bancaria.
Algunos consideran que tener una casa con tres habitaciones, un garaje, un jardín y un barrio lleno de familias es la vida ideal. Pero treinta años después, los hijos viven en las grandes ciudades, pagando un precio alto por esos barrios peatonales que muchos abandonamos.
Estas 4 “buenas decisiones” tomadas a los 40 se convierten en arrepentimientos 30 años después
Retrasar los viajes hasta la jubilación parece un plan perfecto a los 40, ya que uno quiere trabajar duro y ahorrar mientras es joven. Sin embargo, esa idea puede convertirse en un gran pesar al llegar a la jubilación. A los 70, se descubre que el cónyuge desarrolla una enfermedad cardíaca que hace peligrosos los vuelos, o que el amigo con quien uno pensaba viajar falleció antes de que pudieran hacerlo.
Dejar que las amistades se desvanezcan porque estamos demasiado ocupados e ignorar las señales de alerta de nuestro cuerpo son decisiones que pesan a los 70 años, al igual que nunca atreverse a ser malo en algo. A los 40 nos concentramos en lo que ya sabemos hacer. Nos sentimos demasiado mayores para empezar de cero, demasiado realizados para ser principiantes en algo. Pero a los 70 entendemos que lo importante era justamente aceptar ser malos en algo.
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Definirse únicamente por la carrera, entre las “buenas” decisiones que uno puede lamentar a los 70
A los 40, cada compra parece un progreso: la reforma que aumenta el valor de la casa, el coche que simboliza el éxito o los muebles pensados para durar siempre. Pero a los 70, rodeados de objetos que nuestros hijos no quieren y que ya no podemos mantener, podemos darnos cuenta de que las verdaderas riquezas eran las experiencias.
Las vacaciones que no tomamos para financiar reformas o ahorrar para un coche solo se convierten en polvo acumulado. Evitar las conversaciones difíciles con los padres mayores y definirse completamente por la carrera forman parte de esas “buenas” decisiones que más tarde se convierten en lamentos, al igual que la costumbre de elegir siempre la seguridad.
A los 40, jugar a lo seguro parece un signo de sabiduría: tenemos responsabilidades, personas que dependen de nosotros. No parece el momento de arriesgarse ni de aventurarse; preferimos lo conocido a lo desconocido, lo práctico a lo pasional. Pero al envejecer nos damos cuenta de que jugar a lo seguro fue en realidad la decisión más arriesgada. Perdimos errores, sí, pero sobre todo perdimos oportunidades al permanecer en nuestra zona de confort.