Es bien sabido que elegir un FPS alto —como 50 o 50+— es clave, sobre todo si tienes la piel clara, sensible o vas a exponerte al sol de forma intensa. Pero Fanny Teil, farmacéutica y directora médica de la firma dermocosmética A-Derma, alerta de un error común: dejar de lado la resistencia del producto.
“La eficacia de un protector solar no depende solo del número que indica su FPS”, señala. “Su resistencia en el tiempo es igual de crucial”. ¿Qué significa esto? Que un protector que pierde efectividad rápidamente al exponerse al sol o al entrar al agua podría no estar ofreciendo la protección que promete, por muy alto que sea su FPS.
La fotoestabilidad: la gran olvidada
Uno de los conceptos clave a la hora de hablar de resistencia solar es la fotoestabilidad. Es decir, la capacidad del protector de no degradarse con la exposición solar. “Un protector solar fotoestable mantiene su capacidad de proteger la piel incluso después de recibir radiación solar directa”, explica Teil.
Y eso no siempre lo sabemos al mirar la etiqueta. Pese a su importancia, esta característica suele pasar desapercibida porque no todos los productos la especifican en el envase. Esto dificulta que los consumidores puedan tomar decisiones bien informadas. Por eso, además del FPS, es importante saber si el protector elegido ofrece una fórmula estable y duradera.
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¿Y qué pasa con el agua?
Si vas a pasar el día en la playa o en la piscina, debes prestar atención a otra etiqueta importante: resistente al agua. Es uno de los indicadores que sí suele aparecer en los envases, pero que a menudo ignoramos.
Según A-Derma, un protector se considera resistente al agua si tras dos baños su nivel de protección sigue siendo, como mínimo, el 50 % del FPS original. Pero algunos van más allá y ofrecen protección incluso tras cuatro inmersiones. Estos se etiquetan como muy resistentes al agua, y son los más recomendables si buscas una protección duradera sin necesidad de reaplicar el producto constantemente.