El arte del lenguaje se cultiva, pero también se aprende. Cada ocasión requiere una forma distinta de expresarnos: nuestras palabras, gestos y tono comunican mucho más de lo que imaginamos y revelan una parte esencial de quiénes somos. De hecho, a veces intentamos adoptar un lenguaje más elaborado o elegante para causar una buena impresión o proyectar una imagen de clase —y está bien hacerlo—, pero existe un riesgo: que el resultado suene forzado o incluso pretencioso.
Entonces, ¿cómo encontramos el equilibrio entre la naturalidad y la elegancia al hablar? Los expertos explican que la clave está en cuidar el lenguaje y evitar expresiones que puedan sonar vulgares, bruscas o excesivamente coloquiales. En definitiva, la verdadera elegancia no consiste en usar palabras difíciles, sino en expresarse con respeto, amabilidad y autenticidad.
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Las palabras y expresiones que deberías eliminar de tu vocabulario para irradiar elegancia
A la hora de hablar, hay ciertos aspectos clave que reflejan elegancia: la cortesía y el tacto en nuestras palabras y conversaciones. Pero, ¿cómo se puede practicar esto en el día a día? En su manual El arte de comunicar, Teresa Baró, especialista en comunicación personal y protocolo en el ámbito profesional, ofrece varias claves para lograrlo.
Por ejemplo, en lugar de un simple “Hola, ¿qué tal?”, puedes optar por un “Es un placer verte”, que transmite cercanía y consideración. Si, en cambio, necesitas expresar una opinión diferente, en lugar de decir “no estoy de acuerdo contigo” puedes usar “entiendo tu punto de vista, aunque veo las cosas de una manera distinta”. Esto podría sonar más diplomático y mostrar empatía hacia la otra persona.
Y para agradecer de forma más cálida, sustituye el típico “gracias por tu ayuda” por “no sabes cuánto aprecio tu apoyo”, una expresión más personal y emocionalmente inteligente. También conviene prestar atención a ciertas palabras que, sin darnos cuenta, pueden perder fuerza o elegancia a nuestro mensaje. Por ejemplo, el uso excesivo de “me gusta” puede dar una sensación de inseguridad o vacilación. Lo mismo ocurre con expresiones como “de hecho”, que puede sonar condescendiente, o “supongo”, que tiende a debilitar la credibilidad y la autoridad en lo que decimos.
¿Y cómo rechazamos algo de manera elegante? En lugar de un directo “No, no puedo”, puedes decir “Lamentablemente, no me será posible” o “Desafortunadamente, en esta ocasión no podré asistir”: suenan más amables y educadas. Por último, para mostrar entusiasmo sin perder elegancia, sustituye “Sí, claro” por “Por supuesto, sería un placer” o “Con mucho gusto”.